domingo, diciembre 31, 2006

De finde


Bueno, aquí estamos un año más, y no pienso hacer balance. Hay tradiciones por las que siento respeto, y otras me resbalan. Para mí, poco importa el hecho de que hoy sea un año y mañana otro, de cara a mis planes no me afecta en absoluto. EL dicho de que a año nuevo, vida nueva, no solo no se cumple, sino que es un consuelo para la gente que quiere cambiar sin saber cómo.
El propósito de enmienda no se calibra por fechas o días. Si queremos mejorar nuestras existencias, que tienen aspectos precarios aunque no por ello dejemos de ser privilegiados, se debe hacer de una manera progresiva.
Yo por eso no formulo deseos de nuevo año. Además, no son necesarios. Quienes me conozcan o sigan un poco el blog ya sabrán cuáles son, y no precisamente fáciles.
Ya que me he visto obligado ha descuidar este blog por motivos mayores, a partir del año que viene, y esto no es un propósito sino una realidad, ya empezaré a darle más vida, o al menos a intentarlo.

Aunque sea por cumplir con las formalidades, feliz año nuevo.

miércoles, diciembre 27, 2006

Relax


La Navidad es una semana muy especial, y por especial no se entiende quedarse en casita viendo pelis para comentar aquí, jeje. Yo la verdad es que necesitaba un día para descansar, y este es bueno. Ayer también podía haber sido, pero tuve esa cena de la apuesta que os dije, y la verdad es que no me arrepiento de haber fallado con ese Gnómobil, porque la cena en el hindú fue una experiencia nueva muy interesante. Me abstendré de comentar el giro que dio la noche tras ella, porque la autoncensura me lo impide.
En Nochebuena fue el estreno previsto del libro. La portada les gustó, aunque los Abrasadores casi no reconocían sus jetos en ella. Ahora falta la prueba de fuego. El pulido final a la novela deberá esperar a que las aguas vuelvan un poco a su cauce, justo antes de regresar a la aventura navideña.
Estoy bastante contento a ese respecto, y creo que esta Navidad, aunque haya tenido algunos contratiempos tan inesperados como estúpidos, va a ser recordada de manera grata.

domingo, diciembre 24, 2006

El Gnómobil


No, no me he vuelto chiflado aún. Es solo que por esta película de Disney, sobre un gnomo de 900 años y su puñetero automóvil, he perdido una apuesta. Dije que una película con este nombre era imposible que existiera. Craso error. Resulta que no he tenido infancia. Pero bueno, por lo menos voy a descubrir los encantos de la comida hindú, porque eso me aposté, pagando yo...
El Gnómobil os desea feliz Navidad, también divinidades como Visnú, Shiva y todos esos. Recordad a las personas que deben pasar estas fechas en la más temible soledad. A quienes no tienen vivienda, como ayer recordábamos en una manifestación estatal. En general, a todos aquellos para quienes estas fechas no tienen ese espíritu deseado. Pasadlo en familia, si podéis, recordando que el concepto familia está en lo que cada uno de vosotros quiera que sea.
Feliz Navidad.

miércoles, diciembre 20, 2006

La segunda vez


Es fácil malpensar, pero me refiero al segundo libro. Sí, autoeditado, ¿y qué? No por ello deja de ser un libro. Pero sí, el simil es un poco erótico. Cuando me llegó El diez por ciento, fue algo novedoso, con lo que pude emocionarme mucho más. Esta mañana me llegó el otro, y bueno, la verdad es que sí me ha hecho ilusión, pero no es lo mismo. Fui pragmático, aspiré un poco el olor de sus páginas nuevas, y luego me dediqué a completarlo. No escribiendo encima, desde luego, sino ultimando una nueva versión que, lamentablemente, no llegó a tiempo para ser editada, pero sí llegará a editoriales y concursos. Realmente, la emoción debe llegar en Nochebuena, como si del Almendro se tratase, porque allí haré el estreno del libro ante mis familiares, y es que ellos, pardiez, son los auténticos protagonistas del mismo. Puede que mañana comience su andadura, ya mismo, si lo muestro a varios amigos. En todo caso, aquí empieza todo. No es lo mismo colgar una novela en un blog como este, que la sensación de estar tocando su textura y gozando de un nuevo retoño en forma de libro. Sed justos con él.
Glory, glory, aleluya.

martes, diciembre 19, 2006

Remedios para el desamor


Mi relación, virtual, con las escritoras comienza a ser enfermiza. Ahora le he tomado el gusto a una señora como Isabel Allende, tanto en su faceta adulta como en la juvenil. !Y eso que podría ser mi madre! Sin embargo, he roto con una escritora española, más o menos de mi edad, de la que me había enamorado platónicamente. Se llama Laura Gallego, es esa de la foto. Yo siempre la vi un cierto atractivo. No, no os riáis chicos, jodó qué malos. Vale, está un poco rellena de abajo, pero tened en cuenta que una persona que dedica tantas horas al día a la escritura no puede ejercitarse mucho. Yo la quise por muchas razones. Estudió Filología Hispánica, carrera que he abandonado. Comenzó a publicar muy joven, al igual que el de Eragon. Eso me hace desconfiar de los autores de fantasía que comienzan a escribir en pleno desequilibrio hormonal. Compartimos gustos... Incluso le mandé un ejemplar de El diez por ciento (esto es en serio), pero no me contestó. Desconozco si porque no tenía tiempo o porque le horrorizó. Aún así, no perdí la esperanza de sentar la cabeza un día con ella, y hablar de hobbits en la cama.
Pero faltaba la prueba de fuego, y era leerme un libro suyo, nada menos que la primera parte de Memorias de Idhún, esa famosa trilogía cuyo desenlace nos ha tenido locos en el Corte. Pues bien, he aguantado cien páginas. No está mal. No podía más. Lo encontraba vacío, qué queréis que os diga. Es asombroso cómo la prosa recargada y oscura de los cuentos de terror de Leopoldo María Panero, otro libro que leía, se me hace mil veces más ágil e interesante que el estilo llano y juvenil de esa novela. No puedo. No le he encontrado alma, algo que me instara a seguir. Y no exagero en absoluto. Yo tenía buenas vibraciones con ese libro.
Y ahora, Laura, estoy desconsolado. No es buena época para amar mujeres jóvenes. Quizá en el futuro pueda redescubrirte, con Finis Mundi o alguna cosa por el estilo. Recibe un beso, pese a todo. Me sigues resultando admirable, pero creo que nuestros estilos no concuerdan mucho.

Eragon again, y a toda mecha.


Misterios del cine. Un libro de cien escasas páginas como el segundo de Narnia se puede convertir en una película de dos horas y media. Un ladrillo de seiscientas como Eragon, le rebajan una hora de metraje y el resultado es que parece que va acelerado, lo cual es un alivio porque me resume la lentitud insufrible del libro, pero también diluye un tanto la historia, no digamos ya los personajes. No se a qué se habrá debido esta rebaja de minutaje, pero tengo la impresión de que este filme no se lo han tomado demasiado en serio. Más que subproductos como Dungeons and Dragons, pero menos que Lord of the rings, por ejemplo. Ya mosquea que hayan fichado de director a un especialista en efectos especiales, que tampoco puede lucirse mucho excepto en la dragona prota. Porque la mayor acción,que reside en la batalla final, se resume apenas en cinco minutos. Es que va todo mu rápido...
Las caras conocidas cumplen su cometido. Y Eragon en sí, que es ese chaval tan mono de la foto (el de la barba no), pues ni decepciona ni entusiasma, está bien para ser un debut actoral.
Con el material de partida no podían hacerse maravillas, pero esta vez se les ha visto demasiado el plumero de operación comercial navideña. Bueno, King Kong duraba el doble y era un coñazo como un templo, así que tampoco me quejaré.
Leeré ahora a la fantasía patria, Memorias de Idhún, aunque creo que el maná de las subvenciones oficiales no daría para producirla...

sábado, diciembre 16, 2006

Babel. O de la incomunicación.


Hoy he intentado comunicarme y no he sido capaz. Creo que no he aprendido nada de esta gran película que vi ayer. ¿O sí? ¿Acaso toda comunicación es verbal? Nope. Comunicarse por gestos es un lenguaje universal, y a fin de cuentas las palabras se las lleva el viento. Por tanto, yo sí he recibido comunicación. Vía verbal indirecta, y vía gestual. Me conformo con eso para saber lo que ya se.
Amigos, la incomunicación es uno de los grandes males del siglo.
Tratemos de afrontarla, o paguemos las consecuencias.

viernes, diciembre 15, 2006

La ciudad de las bestias. ¿Telepatía?


Querida Isabel:

desde mis tiempos de vendedor corty llevo queriendo leerme tu trilogía juvenil cuyo nombre completo ahora no recuerdo. Me bastó con leer la sinopsis para percatarme de que había bastantes similitudes entre los Abrasadores y tu obra. En efecto, unos protagonistas jóvenes, lugares exóticos como la Amazonía, asuntos como la protección del medio ambiente, una fantasía que se aleja por fortuna de la fantasía heroica más trillada... También un tono más maduro de lo habitual, aunque en mi caso creo que eso me aleja un poco del concepto de literatura juvenil.
Hasta tal punto ha llegado alguna similitud que incluso me he indignado, viendo cómo tras esta lectura voy a tener que cambiar el nombre de uno de mis más queridos villanos, el doctor Walter Torres. También está el mito del buen salvaje que, teniendo parcos medios para vencer el civlizado imperialsista, se ve ayudado por una fuerza superior, bestial y mitológica.
Desde luego que también hay cosas que nos diferencian. Tu padre Valdomero, aunque la gente le tome por loco, no puede compararse con el humor surrealista, pero aún así con base real, del hermano David.
En fin, solo espero que leer las próximas dos y que no me decepcionen.
Al colegio que al inicio de la campaña escolar me hizo pedir una veintena de ejemplares de este libro, decirle que por una vez no están equivocados. ¿Sería un colegio cristiano? Lo dudo. Hay una frase en el libro claramente crítica con ciertos procedimientos cristianos. El que la encuentre, que me la mande.

martes, diciembre 12, 2006

Capítulo piloto

Pues ya tengo escrito el borrador del primer capítulo de la serie. Y digo borrador porque yo nunca pretendí escribirla yo solo. Es decir, he hecho una serie de sketches, pero que son muy mejorables en equipo. Solo he planteado una base. A quien quiera leerlo, se lo mando. Dura unos treinta minutos más o menos, quizá se pueda añadir algún sketch más. A la hora de elaborarlo, he sido consciente de que no tenemos muchos medios, por lo que he puesto cosas fáciles de rodar, pero sin que por ello pierdan su calidad.
Se que varios de vosotros andan liados con sus propios guiones y series, pero si acaso para esa entrañable fecha de las navidades podremos leerlos. Bueno, no os entretengo más.

domingo, diciembre 10, 2006

Capítulo séptimo: Tragedia en San Isidro.

VII. Tragedia en San Isidro.

Si el prólogo de esta aventura nos proporcionaba un viaje temporal de ruta turística por los parajes de la provincia leonesa, ahora le añadiremos algunos años más y un destino bastante alejado del anterior pero asimismo con un flujo regular de visitantes, la fronteriza estación invernal de San Isidro, a caballo entre León y Asturias, uno de los sitios con más encanto en la infancia de nuestros héroes, ya que sus padres eran grandes aficionados al esquí, desde pequeñines fueron dando pequeños pasitos y más de un tropezón sobre las pistas, sus cuadernos bien daban recuerdo de aquellos fines de semana que pasaban en el hotel Toneo, batallas de bolas de nieve y la mala costumbre de Tis en meter la bota en agujeros donde su pierna quedaba aprisionada hasta que varios de sus primos y hermanos tiraban de él para liberarle. Para el chico siempre fue uno de los parajes naturales con mayor encanto, tanto más en verano, cuando las montañas quedaban desnudas de ese uniforme color blanco y se abría un nuevo horizonte para el ocio, no es extraño que la penúltima excursión de los Abrasadores, nada más regresar Tis de Inglaterra y antes de la que estamos relatando, fuera un par de días en esta zona, durmiendo en un coqueto bungalow para cuatro y realizando rutas hasta los lagos Ausente e Isoba, por el circo del Cebolledo y demás.
Pero no solo en familia viajaron a ese entorno. Casi todos los colegios se apuntaban a regalar a sus alumnos un día en la nieve. Así lo hizo cada cual en su respectivo centro religioso. Tis con los maristas, Juan y Espe en las discípulas y, vamos entrando en materia, Car en las carmelitas, valga la redundancia casual. El recorrido solía ser espantoso, tanto para chavales como para quienes debían cuidarles. Aquel día de marzo del año dos mil treinta y ocho, cercano ya a la primavera y con un clima verdaderamente privilegiado, las hermanas fletaron varios autobuses, tan cutres como los que tiempo adelante y convertidas en nueva congregación las llevarían a Ponferrada. A nuestra vieja conocida la hermana Urraca le había correspondido la peliaguda misión de enfrentarse a la revolución hormonal de los alumnos de último curso. Ella no era de las que se echaban para atrás, nada que ver con la dulce monjita que iba en el autobús en el que una Car de diez añitos, sus amigas y el resto de rapaces circulaban con la mayor ilusión del mundo, tan solo empañada un poco durante la última parte del trayecto, en que las vueltas y más vueltas de la carretera del puerto de montaña causó que algún aguafiestas pidiera bolsas para el mareo. Pero al llegar les esperaba un sol de justicia, reflejado en la nieve de tal manera que la cuidadora no dejó que ningún chico se pusiera los esquís antes de embadurnarles bien de crema protectora. Tis y Car solían ser muy reacios a ella, cierto día en que solo se cubrieron media cara por la impaciencia se quedaron medio quemados de manera bastante cómica. En esta ocasión la chica sí se dejó untar mientras con sus gafitas casi de juguete contemplaba el telesilla que les trasladaría hasta su pista de aprendices, de poca pendiente, el remonte que debían coger para llegar arriba tenía el apropiado nombre de telebaby. Nada más bajar de la silla vieron lo animado que estaba ese sector, pues en la base de las pistas para adultos se encontraba la cafetería, cerca de allí haraganeaban bastantes adolescentes que no tenían mucho interés en el deporte en sí, más bien en lucir mono nuevo y broncearse. La hermana Urraca acechaba de cerca, aunque su aspecto no inspirara mucho respeto, ya que el hábito no quedaba bien para ir a la nieve y se había calzado unas botas y gorrito que se dirían del ejército ruso en la época de los zares. Se había colocado cerca de un grupito al que con toda seguridad ya tenía fichado de antes, tres chicas con aspecto de maniquíes de la nueva temporada invernal y un joven que les hacía la corte, aunque sin recibir mucho a cambio. Una de ellas se quitó sus guantes de piel sintética para sacar el paquete de tabaco, al tiempo que dirigía una mirada de malicia hacia una cuarta amiga que se encaminaba hasta ellos, tras separarse cariñosamente de un chico con bastante más percha que el acompañante adulón. Urraca ya iba a cantarles las cuarenta antes que la enamorada llegara.
- ¿Qué te he dicho de fumar, Paloma?- la regañó.
- Hermana, es tan solo tabaco- replicó ella con descaro.
- ¡No me importa lo que sea! No puedes fumar. Primero, porque no tienes la edad. Segundo, porque estás en una excursión del colegio. Y tercero, porque vivirás menos.
- De algo hay que morir, ¿no?- continuó con la burla.
- Hermana, no se preocupe por nosotros- intervino la recién llegada- ¿Por qué no va a buscar a María? La he visto por allí arriba, no está haciendo nada, se queda sentada con la guitarra y pone cara de estar en otro planeta. Igual se congela.
Este comentario ofendió a la religiosa más que mil cigarros juntos.
- ¿Cómo te atreves ni siquiera a nombrarla, Loli? María es un ejemplo para todas vosotras. Habrá pocas vocaciones, pero la de ella es un regalo de Dios.
- Y está buenísima- protestó el único hombre, siendo ignorado- ¿Por qué ella precisamente tiene que hacerse monja?
Loli sacó también un pitillo, como si se hubieran quedado solas.
- ¿Me das fuego?- preguntó a Paloma- Creo que he perdido el mechero.
- ¿Dónde?
- Ya te contaré- respondió con una sonrisilla.
- ¡Esto es lo que faltaba!- estalló la hermana Urraca- Si creéis que vais a chulearme, cuando lleguemos a León lo hablaréis con la directora. Voy a llamarla ahora mismo.
Y se encaminó hacia la cafetería con una furia acorde con su traje de cosaco, mientras las chicas y el acoplado se burlaban de ella. A edades más tempranas había mayor disciplina, al menos en el grupo de Car, que se guiaba por medio de un par de monitores federados que les ayudaban a bajar. La chica se sentía insegura sobre sus esquís, lo cual resultó extraño para ella porque tenía mayor experiencia que muchos de sus compañeros, habiendo seguido las sabias lecciones del tío Pedro casi desde que pudo mantenerse erguida en dos piernas. Quizá el desayuno se le había revuelto en sus tripas por el traqueteo de la vieja cafetera que les trajo hasta allí.
- Car, ¿no vienes?- la preguntó una amiga que iba a incorporarse al grupo principal.
- Ahora os pillo, ¿vale?- fue su corta respuesta, y la amiga se fue sin extrañarse, ya que sabía que Car esquiaba bastante bien. Y así era, pero ella vio alejarse a sus compañeras con fastidio, allí abajo seguramente harían un descanso para ir a comprarse uno de esos bollos de chocolate y nata que tanto gustaban tanto a Tis como a ella. Refunfuñó, mirando hacia arriba, el imponente pico escarpado que coronaba las pistas con su calvita de piedra. Bajar desde allí sí que sería un desafío, y no la suave cuesta para bebés que no se decidía a tomar. Con rabia cogió impulso para deslizarse por la nieve, pero su enfado la condujo a un error, se vio desplazada hacia un lateral, saliéndose de la pista y llegando hasta un terreno virgen en el que se estrelló contra un montículo nevado, el golpe no fue duro y logró salir de allí, aunque empapada y con el doble de mal genio. En realidad no se había desviado muchos metros de la pista, pero parecía sola por completo, hasta que un rasgueo de guitarra llegó hasta sus oídos, acompañado de un canto suave que apaciguó la fiera que llevaba dentro. Provenía de detrás del lugar en que había tenido su accidente.
Si el camino se hace largo,
si te cansas bajo el sol,
si en tus campos no ha nacido
ni la más pequeña flor,
mira siempre hacia delante,
no abandones tu ilusión,
confía en el Señor.
Glory, glory, aleluya,
Glory, glory, aleluya,
Glory, glory aleluya
en el nombre del Señor.
Descubrió a la cantante, su curiosidad pudo con la educación que le sugería dejar a la chica tranquila en su soledad. Además, su rostro no le era desconocido. Eso sí, hasta ahora no habían intercambiado una palabra. Hasta los niños pequeños sabían quién era María, incluso algunos hacían bromas con ella imitando a los mayores. Esa joven de quince años era el orgullo de las monjas, y por tanto la bestia negra de los alumnos, al menos de los de su edad. Pero no existía el rencor dentro de esa cabecita dorada. Ella siempre perdonaba, era el don cristiano que más veces utilizaba a lo largo del día. Si se fue hasta ese apartado paraje no lo hizo por huir de sus compañeros, sino por buscar ese momento de oración y silencio que el bullicio le negaría. En ese momento, el hábito de su futura orden no tapaba aún su belleza, que era más auténtica que la de los trapitos caros de las otras jóvenes, ella nunca había ocultado las dificultades económicas de su padre, un abrigo de paño de segunda mano la tapaba por completo, la cabellera suelta y brillante, sus dedos se deslizaban por las cuerdas sin importar el frío. Finalmente, Car no pudo pasar desapercibida, y María no solo no se mostró sorprendida, sino que la invitó a acercarse hasta allí con una sonrisa. Car rodeó el montículo para comprobar, con sorpresa, que a poco de allí el terreno se abría de manera abrupta para formar la entrada a una gruta, tan alta que una persona del doble de su estatura podría entrar sin problemas.
- ¿Cómo te llamas?- preguntó María ayudándola a subir para sentarse a su lado.
- Car.
- ¿Car? De Carmen, supongo. Yo soy María. Bueno, ¿y qué haces que no estás con los otros niños?
A ella la sabía un poco mal mentir a esa joven tan agradable, sobre todo porque tenía la impresión que si no decía la verdad la iba a pillar. No obstante, lo hizo.
- No tenía ganas.
- ¡Vaya! ¿No te gusta esquiar? Yo no tengo dinero para esquís. Ni siquiera para alquilarlos. Pero no me quería perder la excursión. ¿Sabes? Aquí arriba tengo más motivos para dar gracias a Dios por las maravillas que ha creado. Pero no quiero aburrirte. ¿Tú crees en Dios?
La niña no se lo pensó un instante.
- Sí. Rezo todos los días antes de dormirme. Y los domingos, cuando volvemos de la excursión por el campo, suelo ir a misa por la noche en San Isidoro con mi madre, mis tíos y mi primo Tis.
- ¡Tis y Car! Vaya, bonitos nombres. Tienes suerte en poder ir a misa con tu familia. Yo me tengo que esconder de mi padre cada vez que voy. Pero bueno, no estamos aquí para pensar en cosas tristes. Hace un día precioso, ¿no crees?
Car observó de nuevo el pico de cabeza de huevo, los rayos del sol le conferían un brillo que pareciera estar de acuerdo con el comentario de María. Sin embargo, pese a la quietud que se vivía en el ambiente, la niña percibió un ligero movimiento allá arriba. Sin que la más leve racha de viento se levantara, había nieve desprendiéndose en la coronilla del pico. No era una gran cantidad, sus ojos apenas podían percibirla a través de las gafitas. Pero se movía. Quizá se estuviera derritiendo por efecto del calor, llegó a pensar, pero era muy poco, y estaba demasiado lejos para preocuparse. Pese a ello, su nueva amiga notó su ansiedad.
- Te has quedado muda de asombro. No me extraña. Somos unas testigos privilegiadas. Podemos estar aquí mientras las fuerzas de la naturaleza guiadas por la mano del Señor convierten la estación de la muerte en la de la vida, derritiendo el hielo y fundiendo la nieve…
- Fundiendo la nieve- repitió Car en un susurro.
- ¿Tienes miedo?
Car señaló el punto que provocaba su inquietud. La nieve acumulada iba aumentando su grosor, y descendía de manera lenta, pero sin detenerse. María se notó algo incómoda, pero luego sonrió como si pensara que la ingenuidad infantil había provocado esas sospechas en su mente.
- ¿Qué va a pasar?- preguntó, poniendo sus manos blanquecinas en los hombros de la niña- Es solo un ligero desprendimiento, ni siquiera llegará hasta aquí.
Allí abajo también reinaba la calma más absoluta, si es que se puede llamar de este modo al jaleo montado en la cafetería. La hermana Urraca llevaba más de diez minutos esperando a cara de perro que una mamá que atufaba con un insistente olor a aceite de zanahoria terminara todos los detalles a la niñera, sin duda una lista considerable, a juzgar por la duración, o tal vez es que no se entendieran por el barullo de gritos y tránsito que pasaba al lado de la pequeña cabina situada en un pasillo. Si no se aclaraban, quizá sería mejor esperar a llegar a la capital para soltarle el rollo a la directora, aparte de lo que hubiera que añadir en el viaje de vuelta, sin duda otra batalla campal digna de recuerdo. Para entretenerse, miró por la ventana hacia el grupo que le había plantado cara. Allí seguían, con sus chismes y risitas. Ella también tendría motivos para alegrarse al día siguiente. Quizá con mamá no se pusieran tan altivas, sobre todo si estaba en juego el ir a la siguiente verbena o participar en el baile de las fiestas del colegio. No, desde luego que ser maestro hoy en día era pagado con crueldad, pero también podía devolverse la misma moneda. Y en breve, porque la mujer del teléfono ya estaba haciendo unos enérgicos gestos con las manos que anunciaban la parte final del discurso. Y acabó, adelantándose la monja con cierta mirada de resentimiento. Pensó que debería ser más buena. A las buenas las colocaban con los niños pequeños, que pueden ser diablillos pero al menos no suelen amenazar con pegar palizas. En momentos como aquel, su único consuelo era pensar en María. Le gustaría saber por dónde se encontraba allí arriba, pero tras esperar tanto no era momento de distraerse, porque en ella tenía confianza ciega, así que marcó el número del despacho de la viejecita directora, lista para desahogarse.
Y su estimada alumna María continuaba en su rincón de ermitaña, recordando lo que Jesús dijo sobre los niños, y que tal vez si un alma cándida como aquella que se había aparecido alertaba de un peligro, no era probable que mintiera, constituyendo quizá hasta una señal divina. Sí, tales eran los pensamientos que se le ocurrían a veces, rebuscados pero en ese caso acertando. Mientras la mayoría de esquiadores continuaban a su rollo, solo esa niña era consciente de que la ola nevada comenzaba pequeña y suave, pero a medida que descendía la ladera su tamaño y velocidad iban a aumentar. ¿No era ese el significado de la expresión? Extenderse como una bola de nieve. En cuestión de instantes, lo que resultó un pequeño punto allí arriba fue creciendo hasta que el alud estuvo a unos metros de ellas.
- ¡Hay que avisar a la gente!- gritó María.
-¡No hay tiempo!- contestó Car, dirigiéndose de modo torpe hacia la entrada de la gruta.
Era cierto. Sus sentimientos cristianos enfrentados con el modo realista de percibir el mundo que tenía aquella niña. Pues si era una señal, debía seguirla. Con su mayor agilidad alcanzó la oscura abertura, pese a que tan solo calzaba unas botas remendadas que se hundían continuamente en el terreno, pero Car cayó a mitad del camino, con los esquís atravesados. El rumor se percibía ya demasiado cerca para no alarmarse.
- ¡Car!
-¡Vete, no te dará tiempo!- sollozó.
- ¡No pienso dejarte ahí!
Por fin había llegado la ocasión de pasar de las oraciones a los hechos, y María dejó atrás esa dulzura habitual para convertirse en una luchadora que se arrojó de un salto para agarrar los guantes de la chica y arrastrarla hacia el único lugar en que estarían a salvo. Gritó de rabia, esas manos delicadas en las que la sangre casi se había congelado tenían que soportar el peso no solo de Car sino de sus botas y esquís, pero el alud estaba frente a ellas. Lo percibió, pero no quiso mirar hacia allí, sino tan solo a los ojos de Car, que tras haber perdido las gafas mostraban todo su miedo pero también un anhelo de esperanza. Cuando el alud pasó sobre ellas, ya habían conseguido traspasar el umbral de la cueva. María, de cuerpo entero. Pero los pies de Car quedaron atrapados por sus botas, a la entrada de la abertura que quedó taponada de nieve. La oscuridad allí era absoluta.
- Pues ya sabe, hermana, esta vez sí aprenderán- comentó como conclusión la hermana Urraca, antes de colgar y acercarse a la ventana para contemplar a aquellos sobre los que iba a caer el peso de la justicia. No estaban por allí. Por lo visto se habían cansado de hacer el vago y también andaban esquiando. Algunos de ellos la reconocieron al pasar por allí, y aprovechando que iban irreconocibles con el gorro y las gafas, ayudados además por la velocidad, la dedicaron un gesto obsceno antes de desaparecer. Urraca volvió a hincharse de enojo, y a punto estaba de coger de nuevo el auricular cuando ocurrió un fenómeno que no pudo comprobar en su magnitud hasta que lo observó después en los medios de comunicación. Solo supo que, literalmente, alguien había echado el telón en la ventana frente a la cual permanecía, y a partir de ahí solo pudieron guiarse por la luz artificial de la cafetería, entre los estallidos de pánico de los presentes.
Cuando el rumor hubo desaparecido, y lo hizo con tanta rapidez como cuando surgiese, María trató de serenarse, primero besó una gargantilla de oro con un crucifijo que su padre en un par de ocasiones había tratado de arrancar a la fuerza, y luego buscó el aliento de la niña para saber que estaba viva, aunque sus jadeos entrecortados la delataban. Había demostrado ser toda una valiente. Lloraba, sí, pero en silencio, y de una manera tranquila. Al menos así lo percibían sus sentidos. No veía nada, pero pasó su mano, ya casi insensible, pensaba que se le caería a pedazos, sobre el rostro de Car, en el que las lágrimas se confundían con toda la nieve de la que estaba empapada, y que la mantenía atrapada hasta los tobillos. Si al menos pudiera desabrochar sus botas, que estaban ancladas a los esquís, pero quizá ya había sacado todas sus fuerzas, hasta de donde no tenía.
Tuvo que tumbarse un momento en el suelo incómodo y pedregoso, para descansar unos segundos y aclararse las ideas. Desistió. Los cantos rasgaban su carne incluso a través de la vieja pelliza. Estaba en un estado tan sensible que no obstante percibió un pequeño objeto que no tenía forma de piedra. Era pequeño y de forma rectangular, al palparlo accionó un botón que hizo que se encendiera, y no era otra cosa que uno de esos mecheros de fantasía que suelen regalar en las ferias, en varios colorines representaba la escena de un mono tocando el tambor. Una tontería de órdago, María no pudo evitar soltar una carcajada, para liberar tensión y también por la alegría del hallazgo, cuya luz llevó para iluminar el rostro de la niña.
- ¡Pequeña Car, Dios aprieta pero no ahoga! Y este chisme, que sospecho cómo llegó hasta aquí, es la prueba. Voy a sacarte de ahí aunque sea lo último que haga.
- María, no es necesario…- gimoteó Car- Ya vendrá alguien.
Pero ella no escuchaba, parecía haber entrado en trance.
- ¿Eres un ángel?- preguntó de repente a la niña, como si fuera lo más normal.
- ¿Yo? En todo caso el ángel serías tú, ¿no? Porque quieres salvarme.
- ¿Cuántas oraciones conoces?
- Bueno… No muchas.
- Reza todo lo que sepas. En voz baja, para que no te canses. Yo haré lo mismo.
Entre las dos comenzó un murmullo persistente, que María llevaba a cabo mientras se arremangaba y cerraba los puños.
- El Señor es mi pastor- dijo- Nada me falta.
Introdujo de golpe los brazos en el bloque de nieve, sustituyendo los rezos por gritos de dolor angustiosos, mientras hundía cada vez más sus miembros hasta llegar a tocar el metal de las botas de Car. Allí estaban las grapas que debía liberar. Toda esa seguridad para mantener el pie bien sujeto al soporte, en ese caso había resultado peligrosa para ella. Hasta cinco, y después el duro taco del talón que también había que desenganchar. Pero una vez llegadas las manos hasta allí no parecía haber esfuerzo mayor, y en un par de minutos Car estuvo libre del calzado, siendo impulsada hacia el suelo por María, que se arrojó de manera literal al mismo, agotada, llevando de sus manos a Car, que aterrizó sobre ella y se fundieron en un abrazo motivado no solo por la emoción sino por el frío. Allí estaban. Lo habían conseguido, pero de nada podría servir si permanecían encerradas en la cueva. ¿Era ese el martirio adecuado? Siempre pensó que Dios la sometería a alguna o varias situaciones así para comprobar su fe, aunque de ella no se podía alegar falta de obediencia a los mandamientos, excepto hacia el cuarto. Pero, ¿por qué esa niña también? ¿Qué había hecho? Quizá debía redimir los pecados de sus mayores. Así abrazadas, encendió de nuevo el mechero solo para asegurarse de que estaban allí y no habían pasado a la otra vida. Una vida que, de todos modos, ella estaba dispuesta a aceptar sin paliativos. Posiblemente sería mucho mejor para ella.
- ¿Vamos a morir?- preguntó Car serena, en un hilillo de voz.
- No lo se. Yo no tengo miedo. Pero entiendo que tú lo tengas. Ojalá yo muera si eso sirve para que tú vivas. Si la última imagen que tengo de este mundo es la tuya, Car, entonces es que algo bueno me espera allá arriba. Pero, en el caso que así sea, ¿podrías hacerme un favor?
- ¡Me has salvado la vida! ¡Haría lo que fuera por ti!
- No, no, no. No me debes nada en absoluto. Pero tengo un asunto pendiente. No me he despedido personalmente de mi padre. La verdad es que no creo que nos volvamos a ver, hacia donde voy no suele haber mucho sitio para gente como él… Por eso quiero que le vayas a ver, ahora o cuando crezcas. Dile que le perdono, y que confío en que él me perdone a mí también.
- ¿Dónde vive tu padre?
Tras realizar esa pregunta en apariencia sencilla, la fortaleza de la que estaba haciendo gala María se derrumbó al fin, como una grieta en una presa que deja salir todo el agua a presión, así escapó su llanto, abrazada a Car, que lloró con ella sin querer saber más de esa promesa que esperaba no tener que cumplir. Todo eso le pareció el fin, hasta que comenzó a escuchar los helicópteros, después los perros… Y al final, la luz.

Todo ello lo sentía muy próximo, pese a que tan solo se tratara de un sueño o, tal vez, de una pesadilla dentro de otra pesadilla. Porque tampoco le parecía muy creíble la circunstancia en que se encontraban ahora. Atrapados en la ermita de Grandoso por un grupo de chavales y varias monjas misteriosas. Estaba oscuro, pero quizá debió hacer algún espasmo al despertarse, porque Tis, que tampoco dormía, lo había notado.
-¡Car!- dijo, en tono normal. No había de quién esconderse.
- ¡Tis! ¿Has soñado tú lo mismo?
- No. Yo ya soñé ayer, ya tengo bastante.
- ¿Con María?
Tis asintió, y aunque su prima no podía verle, supo que así era. Se notaba como que habían sido encerrados en un húmedo calabozo o catacumba. Las rejas de hierro no dejaban ninguna escapatoria, no había ventanas y tanto el suelo como las paredes eran tan pedregosos como la cueva del sueño. Juan roncaba como un tronco, y Espe parecía dormir feliz también. Sin duda el spray les habría afectado en mayor grado a ellos.
- ¿Qué está pasando?- se preguntó Tis, al no saber nada más que decir.
- No se qué pensar, pero el día que es hoy, la congregación, los sueños… Demasiadas coincidencias, Tis. Demasiadas.
- Tú crees lo de Ponferrada, ¿verdad?
- Si tú hubieras estado en esa cueva creerías cualquier cosa.
- Car, se que ya hemos hablado de esto, pero… ¿Por qué dejaste de verla? Te salvó la vida, lo normal es que os hicierais amigas.
- Lo norma no es algo a tener en cuenta con María. Después del alud fue cuando la directora perdió la chaveta, y la pobre chica se convirtió en su emblema. La última vez que la vi antes de lo de Ponferrada fue en el Hogar del Transeúnte, donde hacía voluntariado. Uno de los vagabundos más desagradables resultó ser su padre. A la hora de la comida, María se presentó y fue recibida a gritos y casi golpes por él. Se marchó rápido, pero antes me lanzó una mirada. Me había reconocido, sin duda. Después de eso, siempre me negué a servir a ese hombre.
- ¿Pero hubieras cumplido con lo que te pidió?
- Desde luego.
Hubo un prolongado instante de silencio, en el que pudo parecer que se dormirían de nuevo esperando a su incierto futuro.
- Yo he perdido la fe por completo- confesó Tis al fin- No obstante, aquí están sucediendo cosas que no parecen tener ninguna lógica.
- ¿Crees que serviría de algo rezar ahora?- preguntó su prima.
- Sinceramente, no.
Nuevo espacio en blanco dentro de la conversación.
- Car, si no salimos de esta al menos me alegro que hayamos podido pasar la última aventura de los Abrasadores juntos.
Se abrazaron. Les habían quitado todo. El Huevomóvil, la cámara, el cuaderno, la pistola de lapas, pero por alguna razón habían dejado en el bolsillo de Car un amuleto que llevaba siempre. Era un mechero en el que un mono tocaba el tambor.

viernes, diciembre 08, 2006

Bigger, Longer and Uncut

Ante todo, quiero pediros disculpas. Pero he visto la luz al final del tunel.
La primera novela abrasadora, cuyo estreno mundial, ejem, tendría pensado para nochebuena, no es la versión definitiva de la obra. Mis razones tenía para autoeditarla de cara a estas fiestas. Pero ahora voy a crear otra versión que espero sea la final. ¿Por qué?
Ayer sucedió un hecho muy trivial en la taberna Casa Benito. No le di importancia. Tenía otras cosas en la cabeza. Pero esta tonta mañana vacía me ha venido a la mente. Y todo ha echado a rodar. No, los Abrasadores no es una novela juvenil al estilo. Puede serlo en la medida en la que los jóvenes la lean, pero no exclusiva. Voy a suplir los vacíos. Hacerla más sincera. Y solo entonces la mandaré a editoriales y concursos.
Si para algo me he venido bien estar en León, por lo menos es para que empiece a ver las cosas claras. De todos modos, no quiero que pensáis que la novela que voy a editar es un fraude. No. Pongamos que es una película, y ahora haré el montaje del director. Al contrario que en el Señor de los anillos, las escenas que añada no serán superfluas y coñazos, sino verdaderamente necesarias e imprescindibles.
De momento tengo un capítulo nuevo... Se llamará: Casa Benito.

PD- Se qué es un coñazo registrarse aquí para dejar posts. Pero, aunque no hayáis leído aún la novela, me gustaría que me orientárais un poco sobre qué tono debo escoger al final. Ya sabéis: hitch69@hotmail.com

domingo, diciembre 03, 2006

Ángeles y demonios: La fe a través del miedo.


Una de las ideas que se entreven tras la lectura de este libro es esa. Fortalecer una fe tibia a través del pánico. No es nada nuevo. Aquí tenemos numerosos agoreros, con más o menos medios, que intentan crear ese miedo entre los creyentes. Vivimos en una persecución, dicen. Un martirio. Una cruzada. La familia se rompe. La nación también. Hay que sacar réditos de la histeria. El miedo es rentable. Bien lo saben algunos. Contra Bin Laden o contra ETA viven mejor.
A mí, que perdí la fe hace mucho, no me parece que el conflicto esté entre una ciencia cada vez más despersonalizada y la religión, uno de los ejes de la novela. Los problemas de la Iglesia no se encuentran en la ciencia... Se encuentran en la misma Iglesia.
Tampoco es de esperar un libro filosófico, por suerte. Es un entretenido thriller superventas. Mejor que Da Vinci Code, a mi juicio, aunque conste que no he leído el libro en que se basa la peli. En principio, se diría que varían los roles. En Da Vinci, los malos eran ese ente llamado Opus Dei. Aquí, la víctima es el Vaticano, perseguida por una secta antigua. No obstante, esperaba que el desenlace me defraudara, pero un giro final muy adecuado replantea el sentido de las cosas.
Más similitudes: un asesino muy sádico de raza exótica; un puzzle continuo de pistas y carreras que además conlleva un pequeño cursillo de historia del arte; buenos que no lo son, malos que no lo son, y viceversa;
En fin, que creo que el Vaticano debe seguir mu cabreado con Dan Brown, y no creo que les den muchas facilidades para rodar la peli que se estrenará en el 2008. ¿Vivirá Ratzinger para verla?

PD- Para quienes crean que esta literatura es una mierda, he de decir que este año me puse a leer una novela llamada Contra Natura, del reciente premio planeta Alvaro Pombo, y la dejé a la mitad porque me parecía un coñazo.
Un libro bien escrito también es un libro entretenido.

sábado, diciembre 02, 2006

Personajes Serie (1)

Los queríais y aquí están. Pero habrá más. Dejadme mensajitos si eso.

PERSONAJES 1

NOTA: Estos dos primeros personajes están un poco más desarrollados porque son los que tengo pensado interpretar yo. No es que me considere actor, pero en este caso haré una excepción…

- El presidente del PC (Partido Centrista): joven, recién elegido hace poco tiempo por métodos no muy democráticos, lidera un partido político con una doble contradicción. Es incomprensible que su fundador lo llamara PC; primero, porque se confunde con el Partido Comunista; segundo, porque son más de derechas que otro poco.
Sin embargo, deben aparentar un perfil moderado para atraerse a unos electores que hasta el momento no les han dado ni un simple escaño en el Congreso. Su presidente es un tipo cuya franqueza, sobre todo cuando están medios de comunicación delante, suele traer disgustos al partido. Lo que peor lleva es una religiosidad que solo ostenta como señal de marketing. Tiene un compromiso formal de noviazgo con una joven de su partido. Y no tiene ninguna intención de llegar virgen al matrimonio, pese a lo que opine ella.
Su primer sketch se desarrollaría durante una accidentada entrevista de televisión.

- Joven aspirante a cineasta. Su actitud de artista ante la vida consiste en un ego superlativo y afirmar que se siente incomprendido por una genialidad que todo el mundo se ha conjurado para ignorar. En realidad, sus cortos no los entiende ni Dios, pero siempre que puede incluye mujeres desnudas o casi desnudas. Pese a su afán de independencia, aspira a chupar del bote todas las subvenciones posibles, y gorronear a cualquiera que tenga a mano. Lo justifica diciendo que los poderosos tienen la obligación de apoyar al arte. Su indumentaria es muy característica: gorra o boina echada para atrás, gafas oscuras que siempre lleva y le tapan media cara, chaquetón desfasado y camiseta de cine, siempre va fumando: cuanto más raro sea en lo que fume, mejor.
Su primer sketch sería un casting convocado para uno de sus cortos, es decir, él en una habitación con una cámara. Lo que pide a la chica que entra nos deja bien claro lo que busca.


- Hilipoyas del mobil: jóvenes, pero ya no chavalines, son la pésima esperanza para el futuro de la humanidad. Sus aficiones favoritas son, por este orden: su móvil, el tunning, las pastillas y las pibas. Con el móvil pueden pasar horas en estado semi-autista, escuchando politonos y vídeos de peña dándose hostias. De vez en cuando lo utilizan ellos mismos para grabar collejas anónimas que van dando por la calle, y también grabar clandestinamente vestuarios, duchas, top less playeros y todo lo que sea susceptible de buen voyeur. Generalmente, las mujeres con las que se relacionan parecen sacadas del casting de Yo soy la Juani.

- Grupo terrorista gay: como en la novela de Dan Brown, Ángeles y Demonios, les gustaría borrar del mapa al Vaticano. Por desgracia para ellos, son un grupo terrorista recién constituido que ni siquiera ha matado a nadie. Por el momento, se dedican a enviar comunicados grabados a los medios. Su portavoz habla en idioma gay, otro se ocupa de traducir a heterosexual. Para motivarse, han elegido un enemigo inmediato: el presidente del PC. Si consiguiéramos reunirlos con una célula islamista para conseguir armamento, sería la secuencia más surrealista de la serie.

- Programa de TV que se emite desde alguna frecuencia clandestina. Emite las 24 horas una especie de concurso que hace preguntas del tipo ¿Cómo se llama el caballo blanco de Santiago? Curiosamente, todos los que llaman al programa siempre dirían verde o gris. La presentadora tiene una cara de asco que no puede con ella, se ve que sigue la estafa con cierta pereza.

- Profesor de universidad de gran prestigio. Luce pajarita y una permanente sonrisa sardónica en la cara, además de una pipa que luce con gran distinción. Tiene la costumbre de llevarse a las alumnas a su despacho para solucionar trabajos.

- Poeta de provincias. Sería la contrafigura del cineasta, porque este sí es el prototipo del artista bohemio y maldito, que se olvida del hambre entre café y café, pergeñando versos en hojas de libreta que luego va entregando por ahí para que le den la voluntad.
Podría basarse en Charlot, un personaje de León bastante conocido hace un par de años pero que ahora anda desaparecido. A quienes no le conocierais ya os lo explicaré.

viernes, diciembre 01, 2006

Proyecto serie cómica: segunda entrega.


Con este estilo de serie vendría bien cuanta más proyección colectiva mejor. Ayuda el hecho de que esté compuesta por sketches independientes, aunque haya que mantener una unidad de tono y en algunos personajes. Buscando reflejar la realidad, aunque de manera distorsionada, cuantos más puntos de vista, más se puede abarcar. Podría crearse una gran cooperativa del humor. La lista de personajes estrafalarios a retratar es en teoría inagotable, y gracias a ese factor se puede hacer continuos a los que más funcionen, y refrescar con nuevos a aquellos que estén quemados. Desde luego que hay muchas maneras de trabajar en grupo. Quizá reuniones generales sean más complicadas según la nómina de guionistas, pero también cabe la opción de crear células, en plan Al-Qaeda, que se ocupen de cada sketch o determinado personaje, con la posibilidad de una supervisión general luego. La experiencia me dice que, con los medios de comunicación que tenemos al alcance de la mano, el escribir entre varias personas aún separadas geográficamente puede ser viable, aunque siempre preferible las reuniones presenciales. Pero bueno, el método de trabajo será de objeto de comentario en muchos mensajes futuros.

PD- Hoy debería hablar del día internacional contra el SIDA, pero la verdad es que ahora mismo no me encuentro de humor para ser solidario. Quizá luego.

jueves, noviembre 30, 2006

Proyecto serie cómica: primera entrega.

Con el título provisional de Vagos y Maleantes, sobre cuyo significado me extenderé en otro momento, este es un proyecto de serie cómica, y no digo teleserie a sabiendas. Porque creo que es extrapolable tanto a televisión como otros medios, sean Internet, salas de actuación, teatros, radios, incluso historietas o relatos.
Si bien no es una idea muy original, lo que sí pretendo es que lo sea el modo de llevarla a cabo. Es una serie que refleja la sociedad actual en todos sus estratos, de manera crítica a la par que divertida, parodia pero no de trazo grueso, inteligente y no partidista. Puede ser más realista o más absurda según cada fragmento y personaje, pero el tono de humor ácido no varía.
Estaría compuesta de sketches independientes entre sí, con unos personajes que pueden ser fijos, apareciendo en todos los capítulos; ocasionales, en varios; o episódicos, en tan solo uno. El formato de cada capítulo sería el clásico del formato telecomedia, media hora, lo cual permite mantener el ritmo. No obstante, de cara a primeras pruebas, o para promocionarlo a través de Internet o mandarlo a productoras y cadenas, siempre se pueden seleccionar un par de segmentos que funcionen bien, o de los primeros que podamos rodar.

Un proyecto de estas características puede tener varias motivaciones. Desde luego que el humor es una de ellas. Pero no podemos limitarnos a ser un grupo de colegas que rodamos para echar unas risas como, ejem, hacíamos hace una década. Seamos realistas. La competencia es brutal. Sabemos mucho de cine, de literatura, de actuación. Pero nos vemos obligados a ser carne de gran almacén, de cafeterías, etc. Precarizarnos nosotros o precarizar a nuestros padres. La chabola es la única vivienda accesible. Ha habido un largo camino hasta aquí, desde aquellos cortos infumables a los intentos ya bastante profesionales del presente. Aún con diferencias, siempre hemos juntado fuerzas, y lo seguiremos haciendo hasta al menos alcanzar un puesto de trabajo que justifique que no nos hemos estado tocando las ingles en casa. Vamos, que no somos unos vagos y maleantes.
Ahora ya hablando de mí, ahora os confieso que no pretendo escribir cada año una novela de ciento cuarenta páginas para poder sacarme una tirada de cien ejemplares. No. Si confío en esta serie, es porque creo que de verdad puede calar en la gente.
Y ahora, vayamos a ello.

Happy Feet: Reinventando.


Decíamos ayer... Al igual que el terror, la animación es un terreno muy saturado. O recuerdo mal o este año ha debido haber veinte películas de animales parlanchines. Quizá más. Y ninguna llega al nivel de los clásicos Disney del 99 para atrás. No, Pixar no es la solución. Y si no, ved la lamentable Cars.
La solución es reiventar esos viejos tópicos con brío nuevo. Por ejemplo, tres clásicos temas dysneianos: un marginado que triunfa, reconciliación paterno-filial e impacto del homo sapiens en terreno animal. Están tratados de muy buen modo por esta muy agradable sorpresa que no lleva el sello Disney, ni Pixar, ni Dreamworks. Es de, nada menos, el antiguo creador de Mad Max.
Música también, desde luego. Pero no lo que estáis pensando. Las peripecias del pingüino bailarín y su tropa pueden provocar que, hasta a los que no les gusta bailar, como a mí, se nos vayan los pies del suelo. Ya solo falta el típico secundario gracioso, un grupo de pingüinos cubanos quizá emparentados con el cangrejo Sebastián, lo mezclas en una batidora con el típico mensaje ecologista final, no muy estridente, y el cóctel por lo menos a mí me ha resultado refrescante. Vamos, que he disfrutado como un enano.
Y no me podéis llamar infantil, que ya he demostrado que me va el gore. En todo caso podéis llamarme chalado, pero eso no es nada nuevo.

miércoles, noviembre 29, 2006

Lejos del arco iris


Guiones de largometraje ha hecho varios intentos, pero ninguno me terminaba de convencer del todo. Hasta este, realizado con otra persona sin la cual jamás lo hubiera llevado bien a cabo. Es, de todos mis escritos, sin duda el que más me ha costado. Más que por calidad, porque he tenido que bucear muy dentro de mí para captar el sentido de estos personajes, y en ocasiones ha sido doloroso. No, no es un guión fácil. No lo colgaré aquí por el momento, pero espero que de un modo u otro podáis leerlo
Quizá por eso el próximo proyecto sea una serie cómica en la que todos estáis invitados a participar. Dentro de poco empezaré a colgar aquí aspectos de esa serie en la que tengo esperanzas que no creo infundadas.
En otro momento ya hablaré del precio a pagar por hacerse cargo de tantos proyectos a la vez...

martes, noviembre 28, 2006

Ellos. Real, aunque no lo parezca.


Si todo está inventado, en el cine de terror mucho más.Pero aún en la falta de ideas se puede reinventar. Frente al alargamiento hasta infinito y el guión redículo de Saw 3, hay un par de propuestas potentes. El remake de Las colinas tienen ojos y, sobre todo, esta peli desconocida y de bajo presupuesto que sin embargo ha recibido buenos elogios: Ellos. Cuando veo que una historia así está basada en un hecho real, ya empiezo a sospechar. Sin embargo, es cierto. ¿Acaso no ocurren cosas así, como de terror, todos los días en nuestro país? Un chalé aislado, unos asaltantes extraños... Sí, métodos que ha empleado el cine una y mil veces. El perro que ladra, los sonidos extraños, las luces que se apagan. Aquí lo novedoso es descubrir quiénes son ellos, esos ellos de los que habla el título. Algo que no desvelaré. Pero que me parece muy creíble. A los telediarios me remito. A mí, desde luego, me ha funcionado. Y la angustia es mayor por la brevedad, una hora y cuarto que se agradece, teniendo en cuanta que, volviendo al tema de ayer, King Kong necesitó el triple para contar mucho menos.
El cine de terror aún nos deparará buenos ratos, chicos y chicas.

domingo, noviembre 26, 2006

Aún a riesgo de parecer friki... Hablemos del Hobbit


Sí, ya que he tenido que soportar a Eragon, ahora vuelvo a lo bueno. Es noticia que Peter Jackson no quiere realizar la película por quítame allá unos porcentajes. Bueno. Su labor con El señor de los anillos, sin ser obra maestra, estuvo a la altura. Por eso, echemos a temblar ante las alternativas.
Además, al reparto no se le mu motivado ante este cambio, por lo menos a Gandalf. ¿Y Bilbo? Me parece que Ian Holm está un poco mayor pá enfrentares a trolls y arañas.
Para que no sea un desastre la traslación de esta obra que tan buenos momentos nos dio en clase del hermano Tiqui, os recomiendo levantaros cada día con esta oración:
Fili, Ori, Dori, Bafur, Bofur, Oin, Gloin, Bombur.... Así hasta el infinito.

sábado, noviembre 25, 2006

De cómo Eragon pudo conmigo


Pues sí. He tenido que dejarlo a la mitad. Comentaré ahora algunas cosas, si tenéis pensado leer el libro, cosa que nos aconsejo, os puedo destripar algo.
Mérito es escribir un tocho así a los quince años, está claro que en las letras hay mucho superdotado, entre los que no me encuentro. Pero, dado que aún no ha tenido tiempo para formarse como escritor, su estilo da un resabio a lo César Vidal: cortar y pegar. Porque ha bebido de numerosas fuentes de ciencia ficción y fantasía. Las más obvias las veremos luego. Desde luego que todos copiamos. Los Abrasadores tiene mucho de eso. Algo de homenaje, algo de parodia y algo de plagio. En cualquier manera, yo tengo una manera de escribir que, haga lo que haga, se nota. Eragon no tiene chispazo propio, algo que no deje sensación de deja vú. Da la impresión de querer ser más papista que el papa, hacer una novela fantástica tan canónica que es incapaz de sorprender por ningún lado. Y es que...
Sorpresa número uno: Eragon es un huérfano, su madre murió y no conoce a su padre. Vive con su tío, que es granjero, en un pueblecito tranquilo. Los malos vienen buscándole y... matan al tío. ¿No os suena de nada?
Sorpresa número dos: Junto con un anciano de oscuro pasado, que le entrena y le guía, parte a un viaje iniciático en el que, a mitad del libro, el anciano, que resulta ser un mago y un guerrero, faltaba más, muere. No, no parece que vaya a resucitar en el segundo libro.
Ahí ya pierdo el interés del todo. Me trae al pairo lo que hagan él, el mocetón que le acompaña y su dragona. ¿Por qué siempre les da por ser tan solemnes? ¿No pueden tener un mínimo de sentido del humor? Recuerdo que Tolkien lo tenía.
De la película hablaré cuando la vea, pero me temo lo peor.
¿A quíen ofrecieron el papel del mago? A Ian McKellen, sorpresa número tres. Y lo hará Jeremy Irons, que ya hundió Dragones y Mazmorras. ¿Qué tendrá este hombre contra el género?

miércoles, noviembre 22, 2006

Capítulo sexto: La Banda de la Piedra.

VI. La Banda de la Piedra.

Realmente, el entorno no tenía nada de heroico. Eran ellos quienes con su imaginación dotaban de importancia a parajes del todo vulgares, elevando a la categoría de archienemigos a pobres pueblerinos, porteros de edificio e incluso a una rana anónima bautizada por ellos con el nombre de Mariana. La ermita, si bien en lo alto de la colina dominaba el pueblo de manera imponente, no era más que una construcción sin ninguna característica especial que la hiciera figurar en guías turísticas. La última vez que estuvieron allí, ni siquiera la visitaron. ¿Para qué? Hubiera perdido el encanto, y preferían recordarla como la guarida de la temible Banda de la Piedra, desde allí sus rivales les observaban como una atalaya, la perspectiva desde arriba acentuaba más aún la imagen que de ellos tenían como gusanos insignificantes. A ras de suelo, allí era territorio netamente abrasador. La laguna, un término que utilizaban con demasiada generosidad para esa charca de aguas infectas, que parecían más contaminadas desde ocasión anterior, por vertidos que no parecían proceder de ningún sitio en particular. Pero ellos pasaron de lado porque el verdadero bastión de su poder era el barro, allí donde marcaron su territorio, no como animales, sino más bien como alpinistas que llegaran a su meta casi sin oxígeno. Bueno, en este caso el esfuerzo era mínimo, lo que contaba era el detalle. Bordeaba el lodo ese muro escarpado que, en su entusiasmo, Tis nada más llegar comenzó a escalar de modo atropellado, soltando su mochila por el suelo, resbalando, agarrándose a rastrojos que crecían de cuando en cuando, para cuando no había subido ni dos pasos caer de culo al arenilla y bajar rodando. No pesaban los años ni los kilos, tan solo las ganas de hacer un poco el cabra, que terminó lamentando frotándose el trasero mientras volvía con sus primos.
- ¿Lo has grabado?- preguntó a Juan, pero él estaba demasiado concentrado hundiendo un palito en el barro para ver si estaba moldeable.
- ¿El qué?- preguntó, abstraído.
- Nada, olvídalo- respondió Tis, satisfecho porque nadie había asistido a su bautizo.
Car y Espe buscaban sus propias herramientas de escribir por entre la maleza, regresaron con delgadas ramitas de punta afilada perfectas para la tarea. Ya durante el camino habían convenido que a Car, como jefa, le correspondía trazar el emblema. Aunque ella aún no estaba del todo segura.
- Es una pena- comentó- que no nos acordemos de nuestros símbolos particulares. Los de los carnés.
- Yo todavía conservo el mío- dijo Tis- Creo que me se hasta el nombre, era algo así como… Maxmo. Me hizo mucha ilusión, aunque creo que no lo entendí mucho.
- Te lo mandamos mientras estábamos de vacaciones en Ribadesella- recordó Juan.
- ¡Cierto! Yo ahí tomando el sol en la playa y vosotros eligiendo símbolos. No me extraña que luego no los entienda.
- A decir verdad- confesó Car- Yo no se ni por qué nuestro símbolo es el huevo tachado.
- ¿A quién se le ocurrió?
Todos se encogieron de hombros.
- A mí- dijo Tis- me hizo ilusión que me pusierais como Abrasador Número Uno, Listorro. Aunque no entiendo por qué si Car es la jefa, soy yo el número uno.
- Yo era Abrasador Número Tres, Buen Ojo- exclamó Juan con alegría.
- Y yo, yo…- pensó Espe- ¡No me lo digáis, no! ¡Abrasadora Número Cuatro, Valiente!
- ¿Y qué tienes tú de valiente?- se burló su hermano.
- ¿Y tú de buen ojo?
- ¡Chicos, chicos!- medió Car- No merece la pena discutir por esto. Éramos muy niños… Bueno, más de lo que somos ahora. A saber qué pasaba por nuestra cabeza cuando pensamos en eso.
- Y además, el huevo tachado es un emblema molón- dijo Juan.
Al final quedó admitido el hecho de que, pese a su origen incierto, el huevo tachado les valía tanto como sus curiosos sobrenombres, y adoptaron una opción igualitaria, en plan mosqueteros, en que juntarían sus manos para guiar el palito pintor, y por una vez estuvieron los cuatro sincronizados, había riesgos de que el huevo terminara torciéndose como un pepino, pero el trazo no falló, y tras terminar la ovalada forma, dos rayas cruzadas cual tibias de bandera pirata cortaron el huevo en cuatro trozos casi iguales, quizá a los primos se les escapó que podrían corresponder con cada uno de ellos, en todo caso el sol del verano no daba tregua al cerebro para muchas teorías. Tras acabar el trabajo de equipo, venía el sello personal, ese inscribir las iniciales con el que terminarían el ritual.
- Creo que cuando estábamos con las letras fue cuando nos interrumpieron los de la Banda de la Piedra- dijo Tis- ¡Que se atrevan ahora!
- Tis, no exageres- respondió Car- No puedes pretender que todo ocurra exactamente igual. Los de la Banda no serían más que unos chavales del pueblo que supongo habrán crecido también y ahora estarán en la tasca jugando la partida.
Y se dispuso a trazar su C bien visible.
- ¡Fuera!
Ese grito no había sido de ninguno de ellos. La Abrasadora Jefa alzó el rostro con alarma, temiendo que sus palabras hubieran tenido respuesta en la lejanía en que se escuchaban esas voces.
- ¡No queremos nombres en nuestro pueblo!
- ¡Largaos!
- ¡Los borraremos meando encima!
Cuatro figuras asomaban al borde de la colina, soltando esos exabruptos al vacío y otros demasiado fuertes aunque no para el oído de los chicos. Aunque solo les hubieran visto fugazmente una vez hacía tiempo, les describieron con trazos tan precisos en el cuaderno que sabían de sobra quiénes eran. En el fondo, parecían el reverso de ellos mismos. En estos casos, la memoria de sus aventuras habla por sí sola.
Había un chaval que parecía dominar al resto, pese a que provocaba más bien risa, era gordito, con marcas de acné y vestía una sudadera tres tallas más grandes que al menos tapaba sus carnes. Con todo, se movía con una chulería de tal manera que le llamamos El Jefe. De todos modos la que peor nos cayó era una chica, guapa pero con cara de asco, que además llevaba un chándal amarillo chillón horrible. Car no la podía ni ver, y parece que ella tampoco, porque cuando pasó a nuestro lado la dijo Que te den. ¡Habráse visto! La llamamos Pija de Amarillo, o Pija a secas. Los dos que quedan no merecen mucho comentario, porque no son más que dos niñines sucios y bastante bobos que se dedican básicamente a reír las gracias de los mayores e imitarles. Nos recuerdan a unas criaturas del Heroes, por eso les llamamos El Golem y La Golem, porque son como robots dirigidos por los otros.
Pues sí, el tiempo no les había favorecido bastante. El Jefe, que ya apuntaba maneras a adolescencia problemática, no había dado un estirón como Tis, sino que se había quedado de pasto para burlas escolares, más gordo, con las mismas cicatrices y, quizá para compensar, un orgullo mucho mayor. Pija sí se había desarrollado guapa, pero el uniforme no se lo había dejado en casa, y casi relucía más que el mismo astro rey. Sus lacayos seguían con el cerebro igual de programado. Si los otros ahora arrojaban piedras al vacío, a cierta distancia de donde se hallaban los Abrasadores, quizá como amenaza o para hacer honor a su nombre, los Golem no se quedaban atrás, parecían tener un arsenal más grande que una cantera, que tiraban a cual más lejos, sin parar, mientras gritaban los mismos insultos, que al principio pasaron desapercibidos para la pandilla adversaria.
Pero no por mucho tiempo. Cuando los Abrasadores salieron de su estupefacción por ver repetido algo como si se tratara de una película, la furia ocupó su lugar.
- Pasad de ellos- aconsejó Car con calma, pese a que se notaba que se estaba conteniendo a duras penas- Solo quieren provocar.
- ¡Pero Car!- dijo Tis- ¡No podemos permitirlo! ¿Escuchas lo que te están llamando?
- ¡Llegó la hora de las tortas!- aulló Juan, yendo a buscar un buen palo grueso con el que quizá pretendía batear los pedruscos de sus rivales.
- ¡Ahí está la Pija!- señaló Espe- Se cree muy mona. ¡Y es una hortera!
- ¡Ya se cansarán!- insistió Car- A ver, chicos, recordad el dicho No hay mejor desprecio que la indiferencia. Aunque a Tis no le gusten los refranes, seguro que está de acuerdo conmigo.
- ¡Pues no!- se apresuró a remarcar su primo, ojeando a toda prisa el cuadernito- Es más, fíjate, es la misma frase que dijiste la última vez. Y Car dijo que pasaran de ellos porque no hay mejor desprecio que la indiferencia. ¿Cómo es posible que sigas pensando lo mismo tres años después?
- ¡Porque soy vuestra responsable y no quiero que os partan los dientes a pedradas!
Así pues, mientras decidían si pelearse con los otros, se peleaban entre ellos gastando una energía que no acabó hasta que Espe señaló de modo conveniente:
- ¡Pero si ya no están!
Se dieron la vuelta en grupo, y de hecho la ermita había quedado de nuevo solitaria. Hubieran tomado el camino que fuera, no había ni rastro de los cuatro jóvenes.
- ¿Lo veis?- aprovechó Car- ¡Estaban solo de vacile! Unas piedras, unos gritos, y se largan corriendo. Son cobardes.
- ¡Mariquitas!- rugió aún encendido Juan, alzando el palo al aire como si estuviera aún en el papel del bárbaro.
- Una pena- se lastimó Tis- Una buena batalla habría sido un gran final.
- Pero aún no está todo terminado, Tis- alegó Car- ¿O no te acuerdas de lo último?
- ¡Las minas de colorines!- saltó Espe entusiasmada de acertar.
Tis volvió a meter la nariz entre las hojas del cuaderno, defraudado por no haber caído en la cuenta el primero. De todos modos, esa actividad no parecía despertarle muchas emociones.
- Bueno, sí, cierto. Aunque… Es algo un poco cursi.
- ¡Mentira!- replicó Espe, que no quería que le quitaran valor.
- Es algo que hay que hacer, Tis, como el resto. Es de justicia.
- Pues vamos allá.
- Juan, ¿quieres soltar ya ese palo?- dijo Car, observando que su primo seguía en un estado de tensión aferrando su báculo con ánimo belicista.
- ¡No! Lo voy a necesitar para escalar el muro, ¿no crees?
Se refería a lo que habían realizado para llegar a las minas de colorines, que no eran otra cosa sino una veta del suelo en el que por lo que fuera se mezclaban arenillas de diversas tonalidades, y los reparos que Tis expresaba eran debidos a que, en su ingenuidad esta vez sí totalmente infantil, habían mezclado puñados de esa tierra para arrojarlos al aire, previa petición de un deseo que tan solo ellos conocían, dado que no quedó registrado en el cuadernito. Algo precioso, eso sí, además realizado desde lo alto del muro para que el efecto romántico tuviera un marco más adecuado. En aquel momento escalaron el muro con no pocos esfuerzos y tropezones, pero Car no lo veía muy claro.
- Creo que llegaremos arriba bordeando la colina. Será más fácil.
- ¿Qué?- protestó Juancho- Pero así no tiene ninguna emoción. ¿No crees, Tis?
Fue a buscar su apoyo sin haber visto el trompazo que el primo se había metido en su primer acceso de entusiasmo. Tis, fingiendo estar contrariado, tomó aire y dio unas palmaditas en la espalda de Juan.
- Creo que esta vez habrá que hacer caso a la jefa. Pero si te hace ilusión puedes conservar ese palito.
Juan se enfurruñó, Tis siempre se hubiera puesto de su lado en casos de este estilo, pero achacó su fuga a una mala influencia femenina tal vez, agarró más fuerte su cayado dispuesto a ser el guía de esa expedición, y enfiló hacia la cumbre sin hablar, seguido por los demás. Por lo menos el yacimiento de los sueños por cumplir aún no se había agotado, y las partículas terrosas de color azul, morado, rojo, amarillo y blanco aún relucían al sol. Eran mágicas, al menos así lo había expresado Car en su anterior visita. Quién sabe, la magia a veces se encuentra en los lugares más inverosímiles. En el fondo, tanto Tis como el resto se alegraron de recuperar un poco ese espíritu infantil, ensuciándose a gusto las manos, cogiéndola a puñados y luego dejándola escurrir por entre los dedos solo por el deseo de observarla caer en cascada hasta el montón.
- ¿Habéis pensado ya lo que vais a pedir?- preguntó Car.
Los rostros de sus primos se hallaban ausentes y no percibieron sus palabras. A fin de cuentas, hasta llegar allí arriba no se habían tomado muy en serio esa ceremonia, y no era sencillo ahora discurrir un único deseo en un par de minutos.
- Ni siquiera me acuerdo de lo que pedí la última vez- confesó Tis.
- Ni yo- coincidió Car- Pero bueno, si estamos de nuevo aquí las cosas no han ido mal.
- ¡Ya lo tengo!- saltó de repente Espe, con una amplia sonrisa de felicidad.
A su hermano no le faltaron ganas para preguntar si tenía algo que ver con cierto chico rubio, pero la solemnidad del acto imponía respeto hasta para él.
- Muy bien- dijo Car- ¿Quieres ser la primera, Nenita?
Inclinó ligeramente la cabeza mientras procuraba no perder ni un gramo de las arenillas mezcladas en su puño. Dirigiéndose hacia el borde de la colina, justo donde el muro finalizaba en su tramo más escarpado, Espe dio un breve soplido sobre su conjuro y las arrojó al aire, provocando una nube multicolor y efímera, que duró el instante necesario para que los chicos quedaran prendados de ella, para luego desvanecerse, polvo al polvo. Aún permaneció la niña absorta observando el vacío algunos segundos, hasta asegurarse que ya no quedaba nada. De menor a mayor, hermano y primos la siguieron hasta que la ceremonia quedó resuelta. Parecía un digno fin. Así había terminado su última aventura. Y así parecía que fuera a terminar esa. Aunque algo se rebelaba en su interior, al menos en el de Tis, que consultó la hora en su Huevomóvil.
- Aún queda bastante para las diez. No nos vayamos todavía.
Car, que sospechaba que iban a hacer el lío, le fulminó con una mirada.
- ¿Y qué propone el Abrasador Listorro para pasar el rato?
- Bueno… Digo yo que no pasaría nada por que fuéramos a echarle un vistazo a esa ermita. A fin de cuentas, es un sitio clave en esta aventura y lo hemos visto de lejos.
- ¡Te veo la intención! ¡Tú quieres encontrarte a esos niñatos! Esto no es propio de ti, con lo pacífico que has sido siempre.
- ¡Yo no les tengo miedo!- recalcó Juan, como si no quedase bien claro por el palo que solo había soltado para arrojar su puñado.
- ¡Yo también quiero ir!- les apoyó Espe, demostrando ser Abrasadora Valiente.
- Esos chavales ya no están- concluyó Tis como si fuera su razón maestra- Vamos, Car, es la última aventura de los Abrasadores.
- Ya, si a mí me fastidia tener que cortar siempre el rollo, pero bueno, ¿sabéis? Yo también tengo ganas de ir a esa ermita. ¡Vamos allá!
Un grito de entusiasmo se arrojó desde lo alto llenando el vacío que habían dejado sus deseos. Los cuatro se abrazaron en grupo de manera espontánea, y Tis comenzó a descender el muro a trompicones, olvidando la precaución de antes. El espíritu de la aventura había prendido en él, y aunque tuviera que bajar rodando sobre sí, no le importaba lo más mínimo, siendo imitado por el resto de Abrasadores. Era una prueba por la que tenían que pasar, y la pasaron enteros salvo por algún arañazo. De nuevo en el suelo, la ermita se erguía en lo alto de la otra colina como desafiándoles. Iba a pagar caro su soberbia, porque los chicos, que no habían tenido pudor en escribir su signo y sus nombres en el barro como si fueran invasores, iban a asaltar ahora también el castillo de los malos. Entre el Heroes y la vida real no había tanta diferencia.
Vista sin perspectiva, la ermita no les pareció otra cosa que una construcción antigua que necesitaba un buen restaurador, además cerrada a cal y canto tanto en las ventanas como en su maciza puerta que parecía lo más firme de todo el conjunto. Por mucho que buscaron algún resquicio por el que colarse, nada dio resultado.
- Así que esta es la emocionante última aventura- bromeó Car.
- Igual hay alguien- insistió Juan, aplicando la oreja a la madera del pórtico como si de este modo fuese a escuchar algo- Es día de fiesta, habrá misa o algo, digo yo.
- La misa es por la mañana, Juancho- respondió su prima- Ahora esto está más solo que la una. Salvo por nosotros, que estamos perdiendo el tiempo.
Juan dio tres grandes porrazos en la puerta con su improvisado bastón, que resonaron huecos y se extendieron por toda la zona adyacente, devueltos por el eco. No hubo respuesta, tan solo miradas de horror por parte de sus primos.
- Todavía nos denunciarán por dañar el patrimonio histórico del pueblo- comentó Tis.
Riesgo que poco importaba a Juan, que arreó cuatro o cinco palazos más antes de desistir. Se dio la vuelta con fastidio.
- ¿Y ahora qué?- preguntó Espe.
- Bueno- dijo Tis- Se ha hecho lo que se ha podido. Juan, ¿quieres sacar la cámara para despedir nuestra expedición?
- ¡No!- gruño, malhumorado aún- Prefiero grabar a los cerdos.
Tis se encogió de hombros y dispuso a deshacer el camino colina abajo, cuando la puerta de la ermita se abrió con un sigilo que nadie hubiese esperado de aquella antigualla, apenas un leve chirrido que reveló una rendija de apenas veinte centímetros. Tan pendientes habían estado del portón, que no pasó desapercibido ese ruidillo, al contrario todos a una volvieron las cabezas, entre la sorpresa y el temor a haber despertado de su siesta a algún buen párroco con sus golpazos. Pero el rostro que asomaba entre la penumbra del interior era de otro carácter, también religioso, pero de una anciana monja risueña, con una expresión tan amistosa que todos quedaron reconfortados, al menos en principio. Porque, sobre todo Tis, cuando descubrieron que la sensación de oscuridad que la religiosa desprendía no era tanto debida a la estancia como a sus hábitos negros, que la cubrían todo el cuerpo excepto parte de la cara, revelando a una hermana de las Hijas del Apocalipsis, el escalofrío que les recorrió a todos fue unánime. No obstante, nada en el modo de ser de la monjita parecía malo.
- Buenas tardes, jóvenes. La hermana Petronila, portera de esta santa casa, para servirles en lo que gusten.
Como Tis había intentado hablar y no le salieron más que tartamudeos, continuó Car.
- Buenas tardes, hermana. Verá, mis primos y yo estamos de visita en el pueblo con nuestra familia, y nos habíamos acercado a la ermita para ver si se podía visitar.
- Con mucho gusto se la enseñaré yo a ustedes- se ofreció Petronila.
- Perdone, hermana- replicó Tis con no poco esfuerzo- Usted pertenece a la congregación de… de… de las Hijas del Apocalipsis, ¿verdad?
Si los ojos fueran espadas, ya habrían reducido al chico a filetes, no obstante la hermana se limitó a asentir sin variar la sonrisa afable.
- En efecto. Mis hermanas y yo nos hemos instalado hace poco tiempo, por eso quizá desconocieran nuestra existencia.
- La verdad- continuó Car, más por seguir la conversación cortésmente que por otra cosa- es que yo he estudiado en el colegio de las carmelitas de León.
Los movimientos, un tanto mecánicos, de la monja se alteraron en este punto un poco.
- ¡Así que tiene usted el honor de conocer a nuestra santa fundadora! Bueno, eso merece un trato especial, después de la visita podemos ofrecerles los bollitos que elaboramos como especialidad propia. Dicen que tomar esa repostería le hace a uno estar más cerca del cielo.
O del infierno, pensó Tis de manera automática.
- Igual se nos hace tarde- dijo Espe, que ya no tenía reparo en mostrar su temor- Deberíamos volvernos ya.
Durante un instante que pareció eterno, en sus mentes se estableció una pugna, sobre todo en la de los mayores. Razones no faltaban. Tis había tenido ese sueño justo la noche anterior, que se había repetido durante dos años en ciertas ocasiones. Y Car también guardaba dentro de sí una fuerza que le impulsaba a adentrarse dentro del lugar olvidando su tarea de velar por los primos.
- No estaría mal comer- zanjó Juan- Yo ya empiezo a tener hambre.
Aún dentro de la tensión del momento no pudieron evitar una sonrisa. Muy bien. Ahí anidaba la aventura, y algo misterioso hacia lo que era difícil resistirse. Mirando a los ojos de esa monjita no podrían averiguar nada, porque siempre estaban en calma, sin dar muestras de impaciencia para ver si aceptaban la invitación.
- Se lo agradecemos, hermana- dijo Car- Aunque no es nuestra intención molestar, quizá una rápida visita, ya que nuestros padres nos estarán esperando luego…
- Se ve en un momento- aclaró la hermana Petronila, que aceptaba con una sonrisa eterna todos reparos posibles.
Ya fuera por los bollitos o por lo pesada que se estaba poniendo la situación, Juan se adelantó con su cacha, siendo retenido por Car, que le susurró al oído:
- ¿Quieres abandonar de una maldita vez la garrota?
El chico le devolvió una sonrisa de inocencia.
- No le negarás el apoyo a un pobre anciano, ¿verdad?- afirmó, traspasando la puerta.
Finalmente, la visita resultó cualquier cosa menos emocionante. Las galerías de la ermita, tan solo iluminadas con unos débiles candelabros, parecían todas iguales, rectas y lisas, de vez en cuando adornadas con alguna estatua de santos o vírgenes en que la hermana Petronila se detenía entusiasmada a explicarles su historia, de cual año era o las peregrinaciones que había dado de una iglesia a otra. Los chicos debían hacer esfuerzos para no bostezar, ya que lo que se estimaba un broche a su excursión se había convertido en una guía escolar en plan muermo, sin ningún detalle que pudiera excitar su imaginación, aunque a medida que daban vueltas y más vueltas a lo que parecía una pequeña ermita que por dentro no lo era tanto, Car fue observando que las pocas monjas que aparecían de vez en cuando de entre las sombras saludándoles para luego volver a evaporarse tenían unas características muy similares, tanto entre sí como con la hermana que estaba llevando sus pasos: todas ancianas y con cara de buenas personas. Quizá algún pequeño detalle diferenciaba una de otra, pero más flacas o gordas, con alguna verruga de más o menos, parecían cortadas por el mismo modelo. Y a la joven, que su experiencia tenía del colegio, le pareció poco creíble. Cierto que el hábito a veces hacía parecidos a quienes lo llevaban, pero eso era demasiado, y el hecho de que precisamente fuera esa la congregación a la que pertenecían dio la voz de alarma. Car arreó un codazo a su primo mayor, reteniéndole un par de pasos detrás del grupo.
- ¿Qué pasa?- preguntó Tis sorprendido, en un susurro.
- Aquí algo no me encaja. Todas estas monjas son iguales. Viejas y sonrientes.
- ¿Y qué tiene eso de malo?
- ¡Tis, te creía mejor informado! Las Hijas del Apocalipsis se caracterizan por captar jóvenes extranjeras o descarriadas, principalmente.
- Bueno, quizá esta sea la sección de veteranas.
- ¡No bromees! Tenemos que salir de aquí.
- ¡Por favor! ¿Te dan miedo estas monjitas?
Car calló, atenta a la reacción del grupo de delante. La hermana Petronila seguía con su rollo infinito, pero los chavales cada vez estaban más distraídos. Juan se dio la vuelta al sentir que sus primos andaban detrás cuchicheando, molesto porque le dejaran al margen, pero Car le advirtió con un movimiento de cabeza que siguiera sus pasos, temerosa de que pudieran atraer la atención de la monja. Juan siguió con fastidio, golpeando con el bastón al ritmo de sus pisadas, y atreviéndose a interrumpir el discurso por primera vez.
- Oiga, creo que es la quinta vez que pasamos por este angelito. Una cosa es que pueda haber varios parecidos, pero estoy seguro que es exactamente…
- ¡Juan, no seas maleducado!- protestó su hermana.
Pero, sin dejar tiempo a la reacción, Car se adelantó hacia ellos.
- Hermana, le agradecemos la visita, pero se nos ha hecho tarde.
Y, cogiendo a Juan y Espe cada uno por una mano, se dio la vuelta con rapidez y comenzó a regresar por un camino que desconocía, seguidos por Tis.
- ¡Después del tostón ni siquiera unas pastas para el camino!- protestó Juan.
- ¡Esto es una trampa, Juancho! ¡No tengo ni idea de por dónde estamos…!
Se quedó con la palabra en la boca cuando, al doblar un recodo, se toparon con la Banda de la Piedra al completo, frente a ellos. Pija llevaba un spray aturdidor con el que roció de inmediato a Car, que cayó al suelo dormida. Juan vio el momento al fin de usar el palo, que partió en la frente del Jefe, que se llevó las manos a la frente, lloriqueando. Cuando Tis iba a ir a ayudarles, se encontró inmovilizado por la espalda, ni más ni menos que por su monjita guía, que tenía una fuerza de mil demonios. Tras neutralizar a los hermanos, Jefe se acercó a él, estaba furioso, tenía una fea cicatriz entre las cejas que manaba sangre.
- La verdad, no se qué es lo quiere hacer con vosotros- comentó en su voz chillona- Pero espero que antes me deje daros un escarmiento… Y reservaré lo mejor para ese niñito gordo del palo.
Como no sabía muy bien qué decir en una situación tan poco favorable, Tis recuperó la famosa frase que habían atribuido a Pija.
- Que te den.
Fue lo último que dijo antes de caer en brazos de Morfeo.

domingo, noviembre 19, 2006

Little Britain


Imagináis que en la televisión pública de aquí emitieran una serie no solo de calidad excelente, sino que fuera tan destroyer que no dejara títere con cabeza en la sociedad española? Ya, yo tampoco. Pero la BBC tiene esta serie que, aunque aquí solo haya llegado en canal de pago, recomiendo vivamente.
Es más, en mi little brain, jaja, se ha encendido un motor tras el visionado de la misma, y algunas viejas ideas que allí descansaban han cobrado actualidad. Y espero que vean la luz. Cuando las tenga maduras, por aquí las expondré.
Tenía pensado un guión dramático, pero bueno... Creo que llegó la hora de reír.

lunes, noviembre 13, 2006

Capítulo quinto: Reunión familiar.

V. Reunión familiar.

El pueblo de Grandoso estaba situado a unos cuarenta kilómetros al noreste de León, en una zona montañosa de nivel medio, mil y pico metros de altitud, aún lejos de los grandes macizos que bordeaban con otras regiones. Era un sitio pequeño y bucólico, la llegada se celebró con gritos y ese detalle tan de aficionado en el que Tis filmó para la posteridad el cartel de entrada a la localidad. Apenas recordaban la finca de los amigos en que fueron agasajados, y era tan grande que hasta se consideraba medio granja. ¿No era esa la pocilga en que dieron de bastonazos a los sufridos gorrinos para que les volvieran su rostro de resignación? ¿Qué decir de esas gallinas que siempre provocaban la huída de Car, que tenía pánico a los plumíferos por razones no muy claras? En efecto, y ahí esperaba a la puerta el vehículo de tres filas del Pá. A ver, vamos a aclarar un poco los términos. Ya conocemos a los Abrasadores, y al tío. Por el lado de Tis, tenemos cuatro hermanos mayores más, tres mocetones y una señorita. Diez años le llevaba el primogénito, Paco, alias Paconcio el Vagabundo, va trotando por todo el mundo, ejem, sí, otra canción, pero con su lógica, porque Paco de hecho era una eminencia médica con un gran futuro por delante, que se había recorrido países en al menos cuatro continentes. Tirando para abajo, Claudia, recién licenciada en Periodismo y que compartía con Tis veleidades literarias. Pedro, estudiando para ser maestro; Guillermo, acabando el bachillerato. Por parte de los sufridores, tenemos a los Pás, que velaban porque la prole León llegara a buen puerto, y las dos tías que nos restan, Luisa, madre de Car, y Marili, el pilar en que se apoyaba el tío para que sus dos diablillos no le dieran un ataque al corazón. A él, que precisamente era cardiólogo.
No importa que el retrato haya sido breve de momento, por sus obras les iremos conociendo. La cuestión es que el clan ya esperaba en un gran comedor ese almuerzo con sabor a pueblo del que los Abrasadores iban a ser relegados en parte, pues les dieron un pequeño cuartillo con una mesa redonda, que tenía todo el aspecto de almacén de patatas o nabos. El mismo en que estuvieron la última vez, aunque su mosqueo no derivaba tanto de pensar que ya eran mayorcitos y tenían derecho a comer con los demás. Sospechaban que se iba a debatir su futuro.
- Si por algún casual- dijo Car a su madre- en la comida surge algún tema sobre internados remotos o algo así, a mí al menos me gustaría tener parte.
- ¡Tonterías!- replicó la tía- La verdad es que sobraba un sitio para ti. Pero será mejor que les cuides un poco. El tío me contó lo del cristal. Los vecinos se han vuelto a quejar.
- El cristal no es de los vecinos- se limitó a comentar su hija, regresando al cuarto de las patatas sin añadir una palabra.
- No grabes mientras estéis comiendo, Juan- dijo la tía Marili entrando con la primera fuente, de croquetas, la cual dejó en la mesa para quitarle la cámara a su hijo.
- ¡Oye, oye, tía!- dijo Tis- No la escondas, que luego tengo que daros una sorpresilla. Por cierto, ¿de qué son las croquetas?
- Son croquetas de nada- respondió ella, tratando de ser convincente, y marchó.
Tis agarró una, de hecho si de algo servía estar solos es que al menos así podría comer con las manos tranquilamente. La olfateó un rato.
- No lo creo. ¿Quién hace croquetas de nada? Siempre están intentando engañarme- le arreó un bocado, por su rostro pareció satisfecho- Bueno, no está mal.
Car probó otra, y dijo sin la menor compasión.
- Son de pescado.
Tis escupió con violencia lo que tenía al plato, provocando muecas de asco y risa.
- ¡Lo veis! ¡Se creen que soy tonto!
Todo en ellos era espectáculo, hasta la comida. Se sirvió luego chipirón, con o sin relleno, macarrones, ensaladilla que nadie quiso. Pollo o filete, todos eligieron filete. Un eructo de Juan se alzó en el aire cual mensaje de su dueño para remarcar la satisfacción que le provocaba a la barriga.
- ¡Juan!
Tis no quiso quedar atrás y correspondió con otro, más moderado.
-¡Tis!
- ¿Qué pasa? Intentábamos mantener una conversación.
- Eso es una ordinariez.
- ¿Seguro? Erutar amigo Sancho… Bueno, para los árabes no lo es.
- ¡Pero no somos árabes!
-¡De momento!
La divagación sobre los gases fue interrumpida por una aparición misteriosa, que no era esperada por los comensales, se abrió la puerta del cuarto irrumpiendo por la misma media efigie de una figura colosal, un gordo ejemplar de ser humano que tan solo fue a transmitirles este mensaje:
- ¡Pero comer, hombre, comer!
Y se fue. Los cuatro primos se quedaron por un momento sin pestañear.
- ¿Qué ha sido eso?- preguntaron todos a la vez.
Aún pudieron recuperarse para tomar el postre, fruta o mantecada. Las comidas de los adultos solían ser más prolongadas, con sus añadidos alcohólicos, de café, de todas esas cosas que les amodorraban de tal manera que no podían seguir el ritmo de la zona joven de la casa. Su mayor ilusión era pegar el culo a algún sillón en que las tripas, agasajadas con un banquete aún mayor que el de los chicos, hicieran su trabajo en paz, aunque Tis estaba empeñado en impedírselo. Nada más entrar en el salón tuvo un acceso de tos provocado por una nube de humo tóxico, venía de los puros que habían encendido el tío y otros lugareños entre los que se encontraba la mole que se empeñó en que tenían que comer, luego se enterarían que respondía al nombre de Gustavo. El grupo reía a grandes carcajadas, el tío se empeñó en que le trajera hielo para ponerse un whisky on the rocks, pero el sobrino le esquivó con astucia, llegando al rincón de la tía y recuperando su preciado objeto de filmación. Al lado estaba su madre para ver su odisea.
- Má, tienes que convencerles para que hagamos un concursito.
- ¿Otro? ¿Ahora?
Es normal que se extrañase, de hecho el hábitat natural del concursito era la nochebuena, pero su hijo tampoco quiso confesarle que, dadas las posibilidades de que le mandaran a la selva con el chiflado del hermano David, luego era improbable que encontrara vuelo chárter para regresar en Navidad como el turrón. Si esa era la última aventura de los Abrasadores, que fuera también en el peor de los casos el último concursito. Su madre percibió la ilusión en sus ojos, pero iba a ser tarea dura coordinar al familión y encima que sus invitados tuvieran que asistir a un show tan bochornoso que solamente se enseñaba a personas muy próximas, porque cada concursito, como su nombre indica, se basaba en pruebas ridículas con regalos de un absurdo no menor. Tis separaba las papelinas en categorías de prueba y concurso, colocándolas en sombreros, por lo general algún gorro viejo de la abuela o alguna cosa rara que Paco les hubiera traído de souvenir. La mecánica era la siguiente. El orden de los concursantes era arbitrario. Cuando alguien sugería el nombre de un familiar, el resto lo coreaba de manera unísona. Bueno, el comienzo también era así. Por ello, cuando sus primos llegaron para ayudarle, gritando:
- ¡El concursito! ¡El concursito!
Al final, todos terminaron chillando lo mismo, con entusiasmo, Car tomó su puesto habitual de operadora de cámara y Tis compareció en el centro con los dos gorros, aunque esta vez él no tenía en la cabeza el de Papá Noel que la caracterizaba como maestro de ceremonias en la nochebuena.
- Bueno, me gustaría comenzar con unas palabras…
Pero la atención de sus familiares no solía detenerse en un objeto concreto durante muchos segundos, por lo que de nuevo estaban a sus cosas, sumiéndole en un estado cercano a la desesperación.
- ¡Silencio!- aulló, implorando respeto para el fruto de su mente.
- ¡No podemos ponernos a hacer tonterías si estamos secos!- protestó el tío Pedro, quien sí atrajo sobre su lamento las miradas divertidas del resto- Si hay que empezar, empiezo yo, ¡pero que alguien me traiga unos malditos hielos para el whisky!
- Ya voy yo, anda- acudió solícito Gui para cogerle el fondón vaso e ir a la cocina.
- ¡El tío Pedro! ¡El tío Pedro!- corearon todos, con gran alivio para Tis, que confiado en que el concurso ya no sufriera más interrupciones, se acercó a la butaca del tío, quien no parecía tener muchas ganas en levantarse. Revolvió un par de veces el montoncito del gorro de pruebas, para luego desdoblar el papelito escogido. El contenido del mismo en principio era garabateado a mano por Tis con su peculiar letra, hasta que ciertos miembros de la familia tuvieron que dejarse los ojos encima del texto, y desde entonces era pulcramente mecanografiado desde su ordenador portátil. El tío se ajustó las gafas y leyó como quien entona un pregón burlesco.
- Baile Gai-Lesbi (o al menos así era la pronunciación que le daba) Bueno, el nombre lo dice todo. Cógete a una pareja del mismo sexo, y no vale el presentador, para quemar la pista ante el asombro de los demás.
Tras las carcajadas de rigor, el primer impulso del tío fue coger del brazo a Tis, que se apartó previendo que su condición de árbitro no le sirviera para evitar el ridículo.
- ¿Es que no lo has leído? Dice no vale el presentador.
Llenando a rebosar la copa que le traía al fin Gui, se levantó para evaluar la calidad, no mucha, de los bailarines. Se acercó en último lugar a su tocayo, el sobrino Pedro, con el que se disputaba a ver quién salía más minutos alegrando los especiales de Navidad, con esa chispa natural que a veces venía del champán, y a veces no. Pedro fingió ruborizarse, tomó la mano de su galán y, a pesar de esa parodia de baile de época, cuando Tis conectó el disco que traía para la ocasión, un ejemplar de típica canción de verano, pegadiza y de ritmos latinos, ambos Pedros se animaron a marcarse una especie de samba, sus cuerpos algo sobrados de kilos giraban como peonzas, ante la admiración de sus espectadores, que no quisieron tan solo quedarse mirando, sino que muchos salieron asimismo a menear el esqueleto, excepto aquellos a los que ni una alarma de explosión les arriesgaría a perder sus sillones.
Vamos, que solo faltaron las panderetas, pues esa traslación del peculiar espíritu navideño que Leones y Prietos poseían a uno de los días más calurosos de agosto no perdió ni un solo destello de intensidad. Cualquier prueba que se preciase terminaba con el clamor unánime de una recompensa, daba igual que hubiera salido bien o regularcilla, en ese caso sí se premiaba el esfuerzo de hacer un poco el tonto y donar los derechos de imagen para la posteridad.
- ¡El regalito! ¡El regalito!
El tío, tras simular que otorgaba un romántico beso de tornillo a su pareja como broche de su agarrado, apuró de un trago tres cuartos de copa, jadeando mientras sacaba su sorpresa, que nadie se emocione porque el fin de esos regalos no era otro que provocar la risa, Tis los compraba a puñados en tiendas de saldo y rara vez tenían alguna utilidad práctica, año tras año se iba exprimiendo tanto la cabeza que temía repetirse, pero a veces esa repetición era intencionada, un homenaje a los concursos pioneros a través de los cuales se vieron crecer. El del tío fue un caso de este tipo.
- Lo clásico es en nochevieja, pero en este caso…
- Pues sí- dijo Tis- Porque son unas… ¡bragas rojas!
Otro estallido de risa, no solo por el regalo, o a quién le era otorgado, sino porque a lo largo de la historia del concurso Tis ya había comprado ligueros, ligas, sujetadores y también bragas de este color, que se dice da buena suerte si se lleva en la última noche del año. Y había que reconocer que venía el pelo con el espíritu de la prueba del tío.
- ¡Que se las ponga! ¡Que se las ponga!
No dudó en colocárselas encima del pantalón, y pese a la elasticidad del tejido, quedaban tan ceñidas sobre el amplio trasero del tío que en cualquier momento parecían estallar. El tío desfiló sobre la improvisada pasarela que le montaron familiares y amigos, dando palmas, imitaba a una modelo profesional lanzando besos con maneras como las que imitó para llamar a Ludwig. Car trataba de no perder detalle en su condición de cámara, cosa difícil, aunque no sería por tiempo, que la memoria del aparato les permitiría registrar horas y horas, dado que Tis se había empeñado en llevarla luego por el campo para tener recuerdo de su última aventura.
- Son muy bonitas- dijo Claudia a Tis, en referencia a la prenda que el tío lucía con tanto orgullo- ¿Crees que dejará que me las quede?
- Bueno- replicó él- supongo que se las quitará ahora, antes de que revienten.
Y, temiendo que la juerga se transformara en anarquía, volvió a plantear la pregunta.
- ¡Bueno! ¿Quién va a ser el siguiente?
La locura continuó durante un par de horas, momento hasta el cual fue postergado el tradicional paseo por el campo que se hacía siempre después de cada comilona, por eso de quemar calorías, mera excusa, poco ejercicio era el andar un trecho por la carretera que bordeaba el pueblo, porque las excursiones de los padres no se arriesgaban por terrenos inexplorados, al contrario preferían el duro asfalto o rutas ya prefijadas para turistas, mientras sus chicos eran llamados por el espíritu de la naturaleza agreste, y en ese caso por la zona de la ermita en que tuvo lugar la primera parte de sus aventuras. El día era espléndido para caminar, el familión se hallaba a las puertas del caserío, desperezándose, algunos todavía llevaban en la cabeza alguna peluca fucsia o payasada similar que la suerte les enmendara en el concurso. Ya habrían dado las siete de la tarde, el sol espléndido ya estaba entrando en el declive de su estación, por lo que tampoco era cuestión de perder tiempo. Los Abrasadores querían ir a su rollo, en contra de los mayores de edad, que iban a tomar la dirección contraria.
- Vamos, vamos- decía Tis- ¿Acaso ha habido alguna noticia sobre secuestros en un pequeño pueblucho perdido de la mano de Dios?
La frivolidad con que trataba el tema no tranquilizó precisamente a los adultos. Sus padres intercambiaron una mirada de comprensión hacia el benjamín, pero no por ello quedaron satisfechos.
- ¡Llevo el Huevomóvil!- insistió Tis, sacando del bolsillo un teléfono celular con una forma tan peculiar que justificaba del todo ese apodo.
- ¿Pero te sigue funcionando ese cacharro?- preguntó el Pá.
Tis observó con cariño al móvil que, sin ser el primero que poseía, era al que más aprecio tuvo nunca, pero las leyes de mercado hacían cada vez más frágiles a esos chismes para que fueran renovados con rapidez, y el viejo Huevo había paseado su carcasa blanquecina por mil y una excursioncitas como para que ahora, cada vez que sonaba, saliera de él la melodía de La cabalgata de las Valkirias de Wagner como si la tocaran con un serrucho. Sin embargo, de los móviles de los cuatro primos, era el único que disponía de cobertura en ese lugar de montaña. Tis lanzó un guiño cómplice a su inerte aliado, que de nuevo había demostrado que era incombustible.
- Bueno- dijo la Má, tras tratarlo en un aparte con su esposo y los tíos- Pero tenéis que estar aquí a las diez, como muy tarde.
- Sí, y dejaremos miguitas de pan por el camino- añadió Car con sorna.
- Y si se nos hace tarde- dijo Juan- Yo puedo volver en mi vieja bici. Vaya, me la dejé aquí en la última excursión, hace tres años, debería andar por algún lado…
Espe dio un par de toquecitos en la espalda a su hermano, al que miró con una crueldad con la que iba a resarcirse de sus piques, señalando cómo unos metros más para allá, en plena carretera, el gordo Gustavo se balanceaba en una especie de bicicleta, casi triciclo con su cestita y bocina a juego, dando vueltas sobre sí, entusiasmado, sin preocuparse de su integridad física. Todos rieron la escena excepto Juan, que estaba todo colorado. Tis le cogió por los hombros.
- Trata de controlar tu ira, Juancho.
- Trato… de… controlar… mi… ira.
- Además- dijo Espe, para hacer leña del árbol caído- Si lleva tres años montándola, no creo que ahora vaya a hundirla.
Cual pelotón ciclista, los mayores marcharon siguiendo a ese improbable líder que apenas encajaba sus jamones en los pedales, ajeno a que su figura era una broma que aún celebraban los otros, tranquilos, caminando con parsimonia y sin mirar atrás a unos chicos sobre los que no presentían ningún peligro. Alcanzada al fin su ansiada independencia, Tis hizo un repaso del equipaje.
- Yo llevo el cuadernito… Cámara… Creo que va todo.
- Claro Tis- dijo Car- No hay mucho que contar, ni que fuéramos de camping.
Tis cogió la cámara, con la que Juan empezaba a importunar de nuevo a su hermana, y filmó un primer plano de Car, aunque ella ignoraba su papel en la función.
- Ahora es cuando vas a presentar la aventura- le informó su primo.
- ¡Oh! ¿No se supone que eres tú el director?
- Sí, claro. Y tú la actriz. ¿No podrías decir algo así como Aquí empieza la aventura de los Abrasadores contra la Banda de la Piedra?
- Aquí empieza la aventura de los Abrasadores contra la Banda de la Piedra.
- ¿No puedes decirlo con un mayor entusiasmo?
- ¡Tis! ¿No crees que antes de ponerle nombre deberíamos asegurarnos de que aún existe la Banda de la Piedra?
- Eso espero, Car. Todo grupo de héroes necesita su grupo de enemigos.