domingo, septiembre 29, 2013

En tiempos difíciles...



Llegó finalmente el día de la inauguración oficial, la apertura del curso académico 13/14, y con ella la entrega de Premios Extraordinarios de Fin de Carrera, como el que me dispongo a recoger en la foto de arriba. El momento capta las felicitaciones que recibo del rector; el señor con aspecto de maestro Yoda sito a la izquierda del mismo, que parece que me está dando la bendición, y el señor sito a la derecha, que es el consejero de Educación, cosa que yo desconocía pues pensé que se sentaría con las autoridades, y sin el uniforme característico. Tras la entrega de los premios, y la consiguiente huida de quienes solo hubieran ido allí para recogerlos o para asistir al acto de entrega, llegó la lección inaugural, acerca del sedentarismo y el ejercicio físico. Un tema muy de actualidad, curiosamente el doctor que la impartió no se mostró muy activo durante la misma, sino más bien imperturbable. Leyó su lecture sin que la era del Power Point hubiera llegado hasta él, ahora que durante el máster ha llegado incluso hasta mí. A su favor hay que reconocer que se la había currado y era muy interesante, además de limitarse a una media hora, con lo que el acto concluyó puntualmente, a las dos. 




La clausura, aparte del Gaudeamus Igitur que siempre suena en esta clase de actos, vino a cargo del rector. Hizo un discurso bastante reivindicativo, sobre todo teniendo en cuenta que sus peticiones se dirigían a la entidad que representaba aquel que estaba sentado junto a él. Eso sí, hay cosas que no llego a ver, como eso de conseguir 35 alumnos de nuevo ingreso por carrera, al menos en la antigua Filología Hispánica. Se mire por donde se mire, no se puede juzgar a todas las carreras por los mismos criterios. Parafraseando al consejero, podría afirmarse que no se trata de suprimir carreras, sino de hacerlas ya no más potentes, que también, sino más atractivas, el atractivo y el empuje del idioma español y su rica tradición literaria son un filón que debe ser explotado con más ahínco. Que se mire, si no, a China, donde Filología Hispánica sí tiene una gran demanda, y asimismo demanda profesores de Español (no en vano, había representantes del Instituto Confucio en el acto). La frase que sí subrayaría, desde luego, es aquella con la que el rector concluyó su discurso, en referencia al generoso donante anónimo que sacó de apuros a varios estudiantes pendientes de pago en sus matrículas: En tiempos difíciles es cuando se descubre a las buenas personas. No creo que la merma en las becas se pueda compensar con donaciones anónimas; no obstante, hasta que la situación mejore, es un clavo al que agarrarse. 


Desconozco si hubo un tiempo en el que obtener este premio conllevaba una recompensa económica. En todo caso, ahora ya no llega ni para el vino que tiempos ha ofrecían tras la inauguración. Yo no lo hice por el dinero, ni por presumir. Simplemente, era mi obligación. Solo lamento no poder viajar en el tiempo cinco o seis años atrás, para mostrárselo a quienes ponían en duda mi decisión de acabar la carrera. Todavía hay quien parece no compartir que quiera hacer el doctorado, pero, como son ejemplos aislados, algún converso al neoliberalismo de forma tan zafia que da vergüenza ajena, no voy a inmutarme por ello. De todos modos, a estos conversos habría que recordar que, en su momento, podría haber ganado una buena suma al mes en León como contratado por la Universidad, que ahora hace malabarismos para financiarse como dejó bien clarito el rector hace dos días. El doctorado no se estudia, se investiga, y, aquí ya no, pero en otras universidades conlleva un salario, como pude comprobar en Lund. Y, como sea que he considerado al máster como el germen del doctorado, y en dicha concepción voy a basar mi trabajo final de julio, confío en que a partir de la semana que viene, comenzado el mes, empiece a recibir noticias de los profesores y profesoras que deben enviarme sus indicaciones de cara a la preparación de las asignaturas. Sin son tiempos difíciles, también es tiempo de plantar cara. 

jueves, septiembre 26, 2013

Marranadas.


He convertido el Matadero de Madrid en una especie de cuartel general, dado que, hasta el momento, me resulta el sitio más cool de Legazpi (¿tal vez el único?), y además me permite usar el wifi de forma gratuita. Allí hay un cine y dos teatros, además de sus respectivas cafeterías o cantinas, y en una de las salas tenían en cartel una obra llamada Marranadas, basada en una novela que no he leído. Por lo visto, la protagoniza una figura porcina, supongo que hembra por la melena platino que se le alborota en la foto de arriba de grotesco modo; en el póster aparece un actor con una máscara de gocho, lo que hacía que los niños la confundieran con Peppa Pig. Confieso que me desagradó la similitud con el argumento de la novela que colgué en este mismo blog. ¡Todo está inventado, colegas! Mi novela, de hecho, estaba ambientada en el barrio, aunque el nombre de este no apareciera, y la conexión es lógica entre Los cerdos y el Matadero, no solo en la mía sino, supongo, en el hecho de quienes han escogido esa obra teatral para representarla en ese recinto. 
Para marrano, el estado de mi calle en este verano. Me quedé estupefacto al leer que desde el Ayuntamiento pretendían bajar la tasa de basuras. ¿No sería preferible mejorar la limpieza? No solo es culpa de quienes gobiernan, claro, que también hay gente bastante guarra; muy bien si quieren beber en la calle, pero al menos que se hagan cargo de los desperdicios... A tal grado llegó el asunto, que vino una vecina del bloque para que firmara a favor de mantener la calle más limpia, alegando que habían aparecido hasta ratas. ¡Bueno, yo ratas no he visto, bastante tuve en su día con las cucarachas! 
Por lo demás, el viaje muy bien, he visto a quien no pude ver en verano, y también a quien ya había visto. He descubierto un bufé asiático como los que había en Suecia, pero en plan vago. Es un bufé giratorio: los platos, en pequeñas raciones, van apareciendo junto a tu mesa. Al constituir una suerte de pequeñas tapas, permite variar entre sabores sin quedar excesivamente repleto.Lo prefiero antes que las grasientas tapas del Tigre, esa abarrotada sidrería. Por cierto, ahora que mi intención es recibir clases de Inglés, no pude dejar de notar un cartel que indicaba Hay un nuevo Tigre abierto en la calle tal y tal, con su traducción al inglés (porque los jóvenes y gallardos extranjeros van hacia ese lugar como mosquitos a la luz), que era esta: There is a new Tiger open... En su afán de traducción, tradujeron hasta el nombre del bar, que es como si al Burger King le llamáramos El Rey de la Hamburguesa, por no hablar de cómo sonaría Pollo Frito de Kentucky
En fin. Podría relatar muchas más anécdotas del viaje, pero me encuentro en la víspera de que me entreguen el premio de fin de carrera, entrega simbólica pues se tratará de un diploma, pero la solemnidad del acto, con todos esos catedráticos y el rector vestidos de colorida manera, me provoca cierto nerviosismo de chaval en la noche de Reyes Magos. En todo caso, es un magnífico pistoletazo, si no cañonazo, de salida para el medio curso que viene, el último en León a menos que quiera echar raíces aquí, algo que no sucederá si yo puedo evitarlo. 

domingo, septiembre 08, 2013

Calentando motores.

Ayer me confirmaron, como suponía, que no puedo acceder a la beca de colaboración para el máster por la peregrina razón de que estoy en segundo curso, y solo vale para el primero. En realidad, el máster no tiene dos cursos, lo que pasa es que, debido a mi viaje al extranjero, lo he dividido en dos mitades. Vamos, que no me han echado atrás por expediente académico, y en ese sentido me siento algo estafado. La llaman beca, pero lo cierto es que es un trabajo, para colaborar durante tres horas al día en el departamento de mi facultad. Tras un consabido recorte de cincuenta euros, la cantidad a ganar por mes me permitía aún aspirar a ciertos cambios en este último curso en la universidad. 
Hace unos días vi la película Weekend, de temática gay. No me atrevo a decir LGTB porque casi no aparece nadie más que sus dos protagonistas, gays, y el término bisexual ni se menciona. Narra una historia de amor fugaz pero intensa, con grandes dosis de realismo. Bueno, no se si todo me pareció igual de realista, porque el miembro más armarizado de la pareja, por así decirlo, tenía alquilado un piso individual con el dinero de su trabajo como socorrista, y todavía le sobraba sueldo para tomar copas en clubs nocturnos y gastarlo en drogas bastante conocidas en este país durante la época del boom. Bueno, tal vez en Reino Unido los salarios puedan estirarse más, en todo caso siempre me ha llamado la atención cómo, incluso en filmes que se pretenden naturalistas, las fuentes de ingresos de los personajes suelen ser un tanto oscuras. 
¿A qué viene esta digresión, aparte de para recomendar una buena película, de escasa repercusión más allá de los círculos a los que parecía dirigida? Bueno, es que, precisamente, el objetivo de la beca de colaboración hubiera sido alquilar un estudio, imagino que más cutre que el que se convierte en escenario recurrente del filme. León podrá ser una ciudad con limitaciones, pero al menos el alquiler es barato. Más lo sería compartiendo vivienda, pero la persona con la que pretendía hacerlo se ha evaporado, de modo temporal o definitivo, y tampoco quiero arriesgarme a soportar dosis de chaladura como las que viví en Suecia, si no conozco a otras personas en ese sentido. A pesar de que duermo mejor de manera individual, ya me gustaría tener una cama grande donde compartir momentos como algunos de los reflejados en la película. Todavía es pronto para saber qué sucederá en este curso. No obstante, el piso de Madrid sigue disponible, y allí iré dentro de poco, para disfrutar de unos días sin el agotador corsé del calor en agosto. 
Con matrículas más caras que en otras ciudades y menos becas, la estrategia no parece la mejor para retener alumnos, pero, como el máster me gusta y los resultados hasta ahora han sido muy buenos, me he puesto ya a preparar el trabajo final, que pretendo que sea el germen del doctorado (este, sí, a realizar en otra universidad). Ya ni sueño con aquella época en la que se me prometían unos mil doscientos del ala a cambio de hacerlo aquí. Con todo, en el fondo eso es positivo, porque me obligará a salir fuera y no eternizarme en esta ciudad. En algunos días de este verano me he sentido como inmerso en un círculo de difícil escapatoria, es por ello que tener un destino alternativo en el horizonte me entusiasma tanto como la perspectiva de terminar este máster con un trabajo interesante, moderno y que me abra nuevas vías de aprendizaje y también profesionales. Seguiré calentando motores con esa meta.