sábado, enero 31, 2015

La marcha negra y rosa.


Cierto, la foto no tiene nada que ver con el tema que voy a tratar, pero... ¿a que mola? Lástima de los orellines que me han sacado, pero este calendario retro es mucho más llamativo que la orla del colegio. Yo seguiré hablando de cine, de la tanda de los Oscar y otros filmes que bien podrían haber sido nominados. He visto dos, que hablan, en diferente tono y formato, de la homofobia británica y sus consecuencias, las cuales todavía hoy se dejan sentir en antiguos territorios coloniales como la India y varios países africanos. 
El primero fue The Imitation Game, y es la crónica de una ingratitud anunciada, por así decirlo, en este caso contra Alan Turing. Este hombre, descrito como un genio con síndrome de Asperger o, cuando menos, serios problemas para relacionarse, llegó a ser un héroe secreto de la II Guerra Mundial y, además, uno de los antecesores de la informática, responsable de que ahora mismo me encuentre escribiendo estas líneas virtuales. Por si fuera poco, se había prometido con una brillante joven que en la película toma la figura de Keira Knightley. El problema, claro, es que además era homosexual en el armario. Un armario del que, tras la guerra, le sacaron a patadas, con su consiguiente humillación y trágico final (el cual, por cierto, es escamoteado en el filme). 
Mucho más positivo es Pride, como su propio título indica. A priori, debió de haberse estrenado en España el día de Navidad, pero no recuerdo que fuera así. ¿La habrán pospuesto para el 28 de junio, así como la del Grey ese la pospusieron para san Valentín? Quién sabe, el tema arco iris sigue asustando aunque, por lo que respecta a esta película, no está lejos de ser la versión queer de Full Monty. Tanto esta como la anterior son pacatas a la hora de mostrar la sexualidad, pero la segunda sí incluye algunos besos. Como muchas historias imposibles, resulta que se basa en un hecho real. En la Gran Bretaña de los años 80, grupos de mineros luchan por su futuro, y grupos de gays y lesbianas luchan por su dignidad. Me refiero a gays y lesbianas porque es lo único que aparece reflejado en la historia. La bisexualidad no se nombra, ni siquiera para negarse. Un grupo de gays y lesbianas recaudan fondos para los mineros y, pese a la inicial reticencia de estos, al final llegarán a manifestarse incluso conjuntamente en la marcha del Orgullo. Cualquier paralelismo con esta tierra en la que ando y mi tierra vecina, de gran tradición minera, me resultaría absurda. No obstante, sí es cierto que, en la última marchita del Orgullo en la que estuve en mi ciudad pasamos junto a un encierro de mineros, que nos miraban curiosamente. Hubo quienes, sonándoles a chino lo del Orgullo, se preguntaron si ese acto no sería a favor de la mina. Pues también, ¿por qué no? La unión hace la fuerza, ese es el lema casi explícito de la película. Irónicamente, esta refleja cierto número de escisiones internas: entre mineros, entre hombres y mujeres, entre reivindicativos y festivos... Siempre sucede. Que se lo digan a quienes harán esa marcha hoy en Madrid. 
Por mi parte, puede que corone esta trilogía con la última entrega de Torrente. Al margen de la calidad de sus filmes, no se puede negar que refleja cierto tipo de macho hispano, homófobo en apariencia pero que siempre anda buscando unas pajillas... Ahora, a la calle, a seguir aguantando el diluvio. 

miércoles, enero 28, 2015

Mefistófeles y el arte.


¡La modernidad ha llegado a mi refugio ovetense! (La posmodernidad ya lo había hecho hacía tiempo). Ayer al fin me instalaron el wifi, debo agradecer la profesionalidad del técnico, batallador frente a contratiempos varios. Me está funcionando bastante bien, salvo anoche, que quería hacerme un amago de boicot. Para paliarlo, me puse a ver Whiplash, una de las pocas candidatas a la terna de los Oscar que me faltaban por ver. Se da por fijo el premio para JK Simmons, y lo comprendo, su personaje es bastante más redondo e impactante que los de sus competidores. Interpreta a un mefistofélico profesor de conservatorio, que escupe más insultos homófobos que un instructor de marines, el cual establece una especie de pacto masoquista con un alumno: le llevará más allá de sus límites para sacar el genio que hay en él, pero a costa de debilitar su vida privada, familiar, su cordura e incluso sus dedos. El filme indaga en las relaciones entre el arte, el arte sublime y la locura. Los dos personajes son psicóticos, aunque se necesitan. 
El tema de la película es la música, el jazz, pero en verdad que podría extrapolarse a muchos otros campos. Los dilemas que plantea  admiten diversos planteamientos: ¿Merece la pena el esfuerzo, casi inhumano, si el resultado va a ser la gloria o incluso la inmortalidad? Un personaje con los métodos de ese instructor no duraría no dos días en un instituto público español, acabaría en la cárcel. Por lo que se ve en la película, su motivación cala en el alumno, pero a costa de socavar su integridad psicológica. Las obsesiones, a menudo, dan resultado, mas conllevan contrapartidas. En el terreno académico, por ejemplo, yo nunca llegué a obsesionarme, aunque hubiese quien sostuviera lo contrario (tampoco me obsesiono ahora, porque si no estaría escribiendo la tesina y no aquí). En los últimos años, sin embargo, sí me he visto rodeado por algunas personas que, por unas razones u otras, se han obsesionado por sus estudios en cierto grado, y yo me he visto afectado por las consecuencias, dado mi estado de implicación emocional con las mismas (a uno u otro nivel). Mis felicitaciones y admiración por su grado de compromiso, lo cual no me evita formular la incómoda pregunta: ¿ha merecido la pena o merecerá la pena lo que se deja por el camino? Yo, en mi propio campo, que no es otro que la escritura, por si a estas alturas alguien lo dudaba aún, creo que lo mejor será seguir ensayando casi a diario, como procuro hacer. Ya se sabe, ese rollo de ningún día sin una línea y demás. 
En todo caso, os recomiendo Whiplash y manifiesto mi sorpresa porque, según recoge Fotogramas, la corona de mejor película del año para la crítica haya pasado de un filme como La vida de Adele a otro tan distinto como Boyhood. Y eso que ambos recogen un proceso de adolescencia, pero desde puntos de vista bastante enfrentados. Boyhood es una película experimental pero, en lo temático, heteronormativa a más no poder, tan normal que se me hizo banal. Y, para sus aires de telefilme, bastante larga. ¿No podrían haber cortado alguna escena? Por ejemplo, aquella de camaradería adolescente en la que vuelan pullas machistas y, una vez más, homófobas. No pretendo dármelas de contestatario, a mí el filme me gustó pero sobre todo como documento de una época y de los cambios producidos: las consolas, el whats up, la música pop, Harry Potter, Star Wars, etc. No soy el único, varios de mis amigos tampoco la perciben como obra maestra. Sus tópicos americanos los he visto ya mil veces. Así que apuesto por Birdman, un filme mareante, sí, pero excelente (y que también tiene solos de batería). 

viernes, enero 23, 2015

Tocaba nieve.



Pero menuda maldición informática que he tenido que soportar en el piso de Oviedo. ¿Se arreglará la semana que viene, como si se rompiera un hechizo de la Bruja en el musical Into the woods? Nada más regresé, tras Reyes, fui a visitar una delegación de una conocida empresa de telecomunicaciones de Asturias. La mujer que atendía no se daba demasiada prisa, y yo me esperé mi buen rato para nada, para que ella o su base de datos me dijeran, por unas o por otras, que no se fiaban de mí. Resulta que hace cinco años, un fantasmal inquilino de mi piso, del que nada conozco, dejó un pufo allí, por las razones que fueran. Yo no tenía la menor idea de quién sería aquel, pero querían que demostrara mi identidad para que se comprobase que yo no era él, o que no lo tenía viviendo dentro de un armario. No me valía ni el DNI, que se supone que vale para eso, ni nada que no fuera el contrato de alquiler, y este todavía no hemos podido concretarlo. Solución: al día siguiente volví a mi vieja compañía, y allí me atendieron con rapidez y eficiencia. Gracias a la tarifa de datos del móvil, he podido seguir con mi vida social en Oviedo sin necesidad de rapiñar wifi en bares o en el campus. 



Más complicado fue lo de instalar Internet en el piso. Pensaba que el proceso sería más inmediato. No, hubo que esperar siete días laborales y allí se planto el técnico, quien de verdad se portó muy bien en todo el proceso. El hecho de no tener ni idea en estos asuntos me hacía pensar que la cosa sería enchufar un cable, configurarlo un poco y carril. Qué va. Hubo que abrir un cuarto abajo, gracias a lo cual al menos ya conozco al portero y tengo su número. No encontrábamos la entrada principal de la línea y, voilá, estaba detrás del cabecero de la cama, contra el que ya me he llevado algún que otro cabezazo. El sitio que menos hubiera imaginado. A punto de instalarlo, por rollos burrocráticos de la empresa hubo que dejarlo para la semana que viene. Dijo que solo sería cuestión de un cuarto de hora. Esperemos que sí. No quiero tener que escribir el blog en el aulario del campus, por no hablar de tantas otras cosas. 

Por lo demás, cabe decir que a Oviedo no ha llegado la nieve. Estas fotos son del viaje en tren desde allí hasta León. Un viaje con un paisaje bellísimo, para mí, que me hizo recordar al de Escania. Además, durante el mismo fui avanzando con la lectura de Jeanette Winterson, con ideas frescas y prometedoras para la tesina y la tesis. Año de nieves, año productivo. Para compensar la ausencia del blanco elemento, en Oviedo sufrí lo que allí es habitual: lluvia. El domingo, diluvios de quince horas seguidas y rachas de viento tan fuertes que, viviendo en un ático, pareciera que las ventanas iban a separarse de cuajo. Cuando estaba viendo Cuarto Milenio, con esos alienígenas que dan tanto mal rollo, el viento aullaba con tanto ruido que casi no podía escuchar la televisión. La nieve es un fenómeno más tranquilo. Vine aquí por pocos días, a diferencia de en las fiestas, para hacer algunas gestiones que han salido bien. Desde luego que también espero ver a algunos de los amigos que han sobrevivido a la desbandada tras Navidad. Y alguna tapina gratis, ¿no? Tampoco demasiadas. En febrero espero ir a algún gimnasio barato de esos que se llevan ahora. De rebajas, lo único adquirido hasta ahora, ya compré el pantalón de chándal marca-culos. Mens sana...