domingo, enero 21, 2018

Nieve y silencio.


 A lo largo de los últimos años, he podido ir viendo la evolución climatológica reflejada en un símbolo como el pantano de Luna, tan tristemente célebre a nivel de los medios cuando alcanzó solo un cuatro por ciento de capacidad, mostrándose desnudo cual páramo lunar. Muy lejos esa estampa de cuando lo contemplaba azul y orgulloso, rodeado de montes coronados de nieve. Ahora se ha recuperado un poco, aunque la sequía sigue siendo una amenaza. Parece un recordatorio evidente del cambio climático, al igual que el hecho de que cada vez nieve menos en la ciudad de León. Y no es que antes nevara como en el pueblo de Furulund, pero ahora se ha convertido en una verdadera rareza. Carne de Instagram, por así decir, y yo no iba a quedarme atrás, ahora que debo amortizar una cámara que no compré como mero capricho. Así pues, la semana pasada, en lo más álgido de la nevada, salí como un chiflado a documentar un momento fugaz. Fugaz, desde luego, porque ya por la tarde pararía y las calles estarían bastante más despejadas de su blanco manto. La estética no siempre concuerda con la comodidad de los peatones a la hora del tránsito.


 Así pues, aproveché el momento, que desconozco si volverá a repetirse en este año. Por lo demás, puedo decir que la cuesta de enero, el blue monday, la blue week o cualquier otro invento que se saquen de la manga lo estoy llevando bastante bien. En la misma lógica que ya había iniciado en Navidad, han sido unas semanas tranquilas, sin apenas novedades pero con sus necesarios momentos de ocio, en las que, no obstante, se van rumiando planes decisivos de futuro. He enviado el penúltimo capítulo de la tesis y estoy terminando el último. La tutoría se retrasará unas dos semanas más. El proyecto se está terminando a un ritmo lento, porque no necesita ser rápido, pero imparable. Además, ha habido y habrá reuniones y contactos familiares para preparar otros proyectos laborales, a medida que vaya concluyendo con este, incluso si no lo terminara este año. Anoche, extraño plan para un sábado, visioné el documental Walk with me, sobre la figura del maestro zen Thich Nhat Hanh y su monasterio Plum Village. Me gustó el valor que dan al silencio. El silencio no es un lujo, es absolutamente necesario, al menos en ciertas dosis. En Oviedo, por lo general, tuve silencio y, en ocasiones, lo sufrí. Aquí tengo algunas distracciones diferentes, pero el grado de silencio también es bastante aceptable para mi actual labor creadora. No me equivoqué en ese sentido. Temo perder ese precioso don si me traslado a un espacio propio pero, en todo caso, procuraré ser cauto en mi búsqueda y tampoco creo que vaya a perder del todo el contacto con esta habitación-celda-santuario que tantas alegrías me ha dado en tantos sentidos. Me quedo con una de las frases más bonitas del filme de ayer: El sonido también se puede provocar a través de una bonita sonrisa. O algo así.




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